La tribu
La necesidad
En vez de desvivirse por tratar de solucionar el gravísimo problema de salud, de trabajo, de hambre, de desplome económico, algunos, repito, se dan a jugar no ya a la república, sino a las repúblicas
La frase que merecen muchos de ellos se cierra en dos palabras rotundas. Y esa frase de dos palabras la aplicaban cuando alguien acudía a determinado sitio que, a simple vista, no era el suyo. Y la usaban cuando dos enemigos acudían con cara de ... amigos a un ambiente donde ni los esperaban ni deseaban que acudieran. La tribu, entonces, soltaba la frase con admiración: «¡Qué quedrán…!» Sí, qué quedrán, no decían qué querrán. Ocurría lo mismo que cuando alguien preguntaba por la dudosa forma de vida de algunos: «¿Y ustedes de qué vivéis?»
Para la duda de hoy te quedas con la frase primera, más corta y quizá más rotunda, aunque hermana en interrogante: «¡Qué quedrán…!» Te lo preguntas cuando ves la situación de España, rodeada de coronavirus por todas partes, azotada en los lomos de la economía, en las cachas del trabajo, en las mejillas del hambre, en la cara del miedo, y oyes las voces de los que quisieran verla no imaginas cómo, ¿mejor? Lo dudas, porque con ellos en el poder, ahora que casi es Navidad, y copiando una letra de villancico, bien podíamos decir «Mentira sobre mentira, y sobre mentira tres…» Y más. En vez de desvivirse por tratar de solucionar el gravísimo problema de salud, de trabajo, de hambre, de desplome económico, algunos, repito, se dan a jugar no ya a la república, sino a las repúblicas. Ahí es cuando te sale la frase: «¡Qué quedrán…!» Si esos aislados consideran que por errores graves del rey emérito hay que acabar con la monarquía parlamentaria que tenemos, ¿qué habría que hacer con los cargos de quienes llevan mintiéndonos casi desde que empezaron a hablar en público, por reseñar sólo una faltita? ¿Los echamos a gorrazos? ¿Les organizamos una cacerolada hasta que se vayan? Si en un discurso buenista dicen estar a favor de los desfavorecidos, pero desamparan a quien ha comprado un piso con muchas fatiguitas y ve que se lo ocupan y no hay forma de echar a los invasores, ¿qué hacemos con ese tipo de poder? ¡Qué quedrán…! ¿Es que el problema que tiene España lo solucionarían las repúblicas que pregonan? ¿Ese es el camino, un país de repúblicas, ahora, en estos críticos momentos, cuando aquí hay cientos de miles de personas sin trabajo, o despedidas, empobrecidas, desesperadas, enfermas, y millones de ellas amenazadas por el virus puñetero? Para gobernar así, dando palos de ciego y a ojo de buen cubero, y todo a cuenta de inventario, no hacen falta ideas brillantes. Dan ganas de decirles lo que le dijo al sargento instructor aquel soldado: «Hace bien en pensar cien veces que somos muy torpes, pero, por si acaso, piense sólo una vez que el torpe es usted, mi sargento.»
antoniogbarbeito@gmail.com
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