LA TRIBU
Mentira de relojes
Los relojes son mentira. La verdad del tiempo está en la luz de cada día. La verdad del tiempo y la verdad de Dios
![Antonio García Barbeito: Mentira de relojes](https://s2.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2021/10/31/s/antonio-barbeito-opinion-kxOD--1248x698@abc.jpg)
Te acuerdas ahora de tu incomparable amigo, tan dado a decir que tenía menos edad de la que tenía. Tu amigo necesitaba —tú lo entendías— parar el tiempo, desandarlo, y por eso lo más inoportuno que podía hacerse con él era preguntarle la edad: «¡Qué ... más da…!», decía, más malhumorado que indiferente. A él le cuadró siempre aquella letra de soleá que cuando se la dijiste como si no fuera de nadie, como quien no quiere la cosa, no le hizo mucha gracia: «Consiguió sólo perderlo. / Atrasando los relojes / quería atrasar el tiempo.»
Eso mismo podrías decirles a los relojes del amanecer de este domingo, que son como tu amigo, y pretenden —eso crees—, de la mano de la oficialidad, un engaño de luces haciéndonos mirarlos como en una hipnosis cronológica. Quizá por esto, desde hace muchos años, este amanecer no miras el reloj —o no les cambias la hora—, para seguir guiándote por las luces, porque duele aceptar que la luz de las cinco de la tarde sea ya de las seis, y que a la hora —a la hora, no a la luz— en que ayer empezaba a anochecer, hoy, según los relojes, parezca que la sobretarde es, más o menos, un nubarrón de tormenta. Mentirosos relojes. Toda la vida llevamos diciendo temprano o tarde guiados sólo por lo que marca el reloj. Mentira. Los hermanos Murciano, Antonio y Carlos, saben mucho del tiempo, y lo han dejado escrito. Carlos tiene un soneto doliente y bellísimo: «Esto de no ser más que tiempo espanta. / La solución bajo el costado izquierdo: / un fiel reloj al que jamás me acuerdo / de darle cuerda y, sin embargo, canta…» Tú sí que cantas, querido Carlos: «…Canta con un martillo en la garganta, / mas sé que estoy perdido si lo pierdo. / A martillazos vive su recuerdo. / Sin embargo, ni atrasa ni adelanta…» Cómo me dolió ese soneto cuando lo leí la primera vez… «…A veces se le olvida hacer ruido, / a veces hace por salir del nido / y si no lo consigue, humano, llora. / A veces suena a Dios. De todos modos / es un reloj y un día, como todos, / se quedará parado en cualquier hora.» El tiempo, Carlos. «Y tanto tiempo le di / al tiempo / que, con el tiempo, / no hubo tiempo para mí.» Tu hermano Antonio, como mi amigo, se malhumoraba cuando le decían del tiempo: «…No deis cuerda al cronómetro / ni auscultéis mis latidos. / No decidme del tiempo. / No hay más tiempo que el mío.» Porque hagan los relojes lo que hagan, atrasen o adelanten, el tiempo es el tiempo, esa relatividad, incluso esa mentira que se hace realidad sobre nosotros, convirtiéndonos en tiempo, en relojes que jamás podrán ni regresar ni adelantarse. Los relojes son mentira. La verdad del tiempo está en la luz de cada día. La verdad del tiempo y la verdad de Dios. Y la del misterio del vivir.
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