LA TRIBU

El césped

Los delicaditos de la selección salen y le echan la culpa de los resultados… ¡al césped del Estadio Olímpico!

Dice Federico: «Ni tú eres hijo de nadie, / ni legítimo Camborio…» Pues algo así podríamos decir de la selección española de fútbol. Porque, como sigue Lorca: «¡Se acabaron los gitanos / que iban por el monte solos!» Esta selección tiene poco que ver con aquella que ... hizo que a la ciudad se le apodara ‘El jugador número 12’. Y tiene poco que ver porque parece que muchos futbolistas no tienen aquella cercanía que tuvieron otros, y, podridos de dinero hasta las cejas, les trae sin cuidado la entrega de las gentes, los ánimos, la pasión por nuestros colores y por el nombre de España. O será que todo ha ido perdiendo color y calor y ya nada es lo que era.

Dicen quienes han ido a las puertas del hotel donde se hospeda la selección que, salvo dos o tres casos de manifiesta amabilidad y condescendencia, los futbolistas van del hotel al autobús ensimismados con sus cascos, oyendo música o lo que sea, y les importa un bledo si, esperándolos para saludarlos, aplaudirlos o pedirles un autógrafo o una foto, hay aficionados. No sería raro que el niñateo que tenemos en la calle, en tantos sitios, se haya hecho sitio entre los jugadores de la selección española de fútbol y hubiera entre ellos algunos malanges maleducados. Hombre, si tenemos en cuenta quién es el simpatía que los entrena, es muy difícil esperar un detalle simpático de ellos. Todo esto, sin embargo, podría pasar inadvertido si después, en el campo, los jugadores derrocharan talento, anticipación, acierto en las jugadas y a la hora de los goles, pero si, como hemos visto, no dan con las redes si no es por fuera, ya me dirán. Y por si esto fuera poco, los delicaditos de la selección, sin saber para dónde mirar ni dónde meterse, salen y le echan la culpa de los resultados… ¡al césped del Estadio Olímpico! Ya está aquí el caso del mal pagador que les decía a sus acreedores que si les habían devuelto los cheques era por un fallo del talonario… ¿El césped? ¿Y no lo malo que tú eres? O como el chiste: «¿A vino sí y a cemento no?» ¿El césped es el culpable de los tiros al poste, de los saltos sin precisión, de los chutazos a la grada? Qué casualidad, hombre, que los rivales acierten. Pues vergüenza tendría que darles a estos futbolistas, tan bien pagados, para señalar al césped de una ciudad que los acoge con cariño, en vez de mirar para sus pies, su cabeza o su incapacidad, que los hay malos con ganas. Y encima, estirados con el público, ni un gesto, ni un agradecimiento, ni una mirada, como si fueran dioses, como si tuviésemos algo que agradecerles. ¡Valiente partida de inútiles, y sálvense los que puedan! ¿La culpa, al césped? En césped iban a cobrar más de tres y más de cuatro…

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