EL RECUADRO
La del amarillo albero
¿Qué le pasa a Sevilla con el albero, que cada vez lo persiguen más?
CUANDO nos creíamos que la desnaturalización del paisaje urbano de Sevilla había alcanzado dos cotas insuperables, la plaza dura y la plataforma única, resulta que acaban de inventar «el paseo duro» en Las Delicias, donde el histórico y tradicional albero de toda la vida está ... siendo sustituido por unas losas de hormigón color amarillo. ¿Qué le pasa a Sevilla con el albero, que cada vez lo persiguen más? Sin salir del Parque de María Luisa, de albero eran las largas y hermosas avenidas donde la frondosidad de los árboles es como un techo de palio. Un buen día, cuando todavía había circulación rodada de automóviles por dentro del Parque, sustituyeron el albero de esas avenidas por capas de asfaltado. Si ya gracias a Dios ya no entran los autos, tras aquella manifestación ciudadana en plena Transición impulsada por el poeta Paco Vélez, pidiendo la peatonalización del Parque, ¿a qué viene mantener de asfalto esas avenidas donde ahora no hay más tránsito rodado que los coches de caballos de los turistas, con parada obligada en el Monumento a Bécquer? ¿Por qué no levantan ese asfalto como de carretera y vuelve el dorado albero de Alcalá con toda su grandeza y belleza?
El albero, antes de la moda de las «plazas duras», era como un símbolo de Sevilla. ¿Habrá algo más nuestro que el albero del suelo del Patio de Banderas, ese albero que no sé ahora, pero que antaño era renovado cada primavera, con lo que volvía a dorarse el suelo tras las lluvias y las verdinas del invierno? Las «plazas duras» acabaron con el albero de las plazoletas, como la «plataforma única» terminó con eso tan característico nuestro de la acera estrechísima, donde has de ponerte con la espalda pegada en la pared para que no te pille el coche que viene. La máquina de estrechar calles debería tener un suplemento de extender albero, dorado albero, alcalareño albero, que le da a Sevilla esa luminosidad única en cuanto se empieza a barruntar la primavera.
A este paso, y como se imponga la moda de los «paseos duros», como en Las Delicias entre la Glorieta de los Marineros y la estatua de Simón Bolívar, no va a quedar más albero que el del pisoplaza de los toros. Que mantenerlo es una obra de arte de los areneros, que si rastrillarlo, que si alisarlo pasándole un esterón a modo de plancha y luego perfilando con el rodo, que si regarlo poco antes del comienzo del festejo. Espero que no acaben con el albero de los Jardines de Cristina, donde están los juegos a las bolas y al trompo de nuestra infancia. Porque por las orillas del río ya es raro encontrarse con un paseo de albero y ojalá no cunda la experiencia de Las Delicias. Que estoy viendo que en las aceras de la Feria quitan el albero y ponen esas losas amarillas de hormigón que, aunque estén en Las Delicias, de deliciosas no tienen nada. Nada, que vamos camino de tener sólo el albero de los toros, el del pasodoble del paseíllo al que puso música el maestro Daniel Vela Rey y letra Juan Manuel Borbujo de la Hera: «Ruedo de amarillo albero/bajo un cielo de turquesa,/la Giralda musulmana/con orgullo te contempla/en la gloria del pasado/y la presente grandeza».
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