Ancianos
Una inquietante aplicación virtual devuelve nuestro reflejo probable en el espejo del futuro
![Un anciano descansa en el banco de un parque madrileño](https://s1.abcstatics.com/abc/sevilla/media/opinion/2019/07/22/s/anciano-vejez-parque-ke0E--1200x630@abc.jpg)
Ha sido una semana extraña, atrapada entre el pasado y el futuro, casi sin presente, porque el ahora mismo es una sucesión vertiginosa de momentos, una urgencia de noticias sin fondo que parecen no dejar huella en la memoria. Esta semana muchos rescataron el recuerdo ... de lo que hacían el día en el que el hombre llegó a la luna, las escenas de la vida personal que se proyectaban en ese momento sobre la pantalla del televisor. Y los que aún no habían nacido, se asombraron de ese futuro que se mostraba aún en blanco y negro, antiquísimo e ingenuo.
Pero también fue la semana en la que nos empinamos para ver lo que está por venir con esa aplicación virtual que nos convierte de pronto en ancianos posibles. Nuestro reflejo probable en el espejo del futuro. Está por supuesto la inevitable banalidad de la propuesta digital que se ha convertido en viral, porque todo tiende a ser un juego infantil, una bobería para adolescentes hartos de ocio, que parece el estado perenne de ciertos adultos. Y está esa amenaza por el supuesto saqueo de nuestros datos personales, misión quizás oculta que guarda esta aplicación. Puede que sea un caballo de Troya que dejamos entrar en nuestros dominios privados, pero este espejo de futuros ancianos me ha provocado algunas reflexiones.
A fin de cuentas, el verano guarda cierta paradoja del tiempo. Las horas parecen suspendidas y viscosas. Y es la época en la que la memoria se proyecta como una sombra de cipreses alargados para recordar todos los veranos de nuestra vida. Las playas de la memoria forman un paisaje sin mareas porque no pasa el tiempo. Todo permanece intacto para que nos recreemos con morosidad nostálgica en los perfiles de lo que se fue.
Por eso el verano también se puede convertir en el tiempo para asomarnos al futuro. Desde esta atalaya de oleajes eternos, nos sentamos a contemplarnos en un futuro, a mirarnos de viejos descubriendo las arrugas que vendrán y que ya están esbozadas en el rostro de ahora mismo. También sospechamos que quizás la aplicación virtual pueda errar algo en sus predicciones. Hay capítulos de la vida que nos harán sonreír y otros que activarán el mecanismo emocional del llanto. No sabemos si las arrugas que cercarán nuestros ojos serán raíces de amargura o de felicidad, un hermoso ramaje por admirar demasiados paisajes de sol. Esa herramienta digital nada dice sobre el impredecible hilo del destino que dibujará el rostro de nuestro futuro. Si llegamos a ancianos, claro. Y eso es tal vez lo más inquietante de esta historia de veranos eternos. Tan inquietante y desconocido como la cara oculta de esa luna que pisamos hace cincuenta años.
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