AQUÍ SE FUMA

On the road

Se me han venido a la cabeza todos esos establecimientos que tienen nombres masculinos

Álvaro Zancajo

HOY es el día Internacional de la Mujer y estamos en la quinta fase de la operación destinada a renombrarlo todo, una estrategia emprendida por las autodenominadas «fuerzas progresistas» que pretenden apropiarse ideológicamente de la jornada y hasta de las estaciones de tren para honrar « ... a los suyos» enfrentando a los españoles, reescribiendo la historia o sepultando en el olvido aquello que no les interesa. Hoy, precisamente, se me han venido a la cabeza todos esos establecimientos que tienen nombres masculinos. Concretamente aquellos que van precedidos por dos palabras que garantizan por lo general la calidad del servicio y el producto que ofrecen: me refiero a los titulados con las denominaciones «casa» o «venta». Como si de una denominación de origen se tratara, siempre he sentido especial atracción por cualquier fachada así rotulada. «Ventorrillo del Chato», por ejemplo, una casona en mitad de la playa de Cortadura camino de San Fernando, con enormes ventanales a la carretera y minúsculos ventanucos al mar, que se abrió en torno a 1780. Lo puso en marcha un tal Chano García, ‘El Chato’, y a él se le atribuye la invención de la tapa cuando al rey Fernando VII le pusieron un trozo de queso encima de una copa de manzanilla. De la cocina de Cortadura han salido los calamares rellenos a la andaluza, el san jacobo marino o la auténtica tortita de camarones, cuyo secreto radica en una perfecta combinación de contrastes; un puñado de masa de harina fría lanzado sobre un buen charco de aceite hirviendo a todo gas. Al Chato se le atribuye también ser pionero en la creación del tartar de atún y del postre estrella del restaurante, los canutillos de chocolate blanco que están en la carta desde que comenzó la aventura. Sin salir de Cádiz, a las afueras de Jerez todo el mundo conoce la Venta Esteban. Sobre la barra se encuentra la mejor confirmación de que uno ha acertado al elegir el sitio: una foto de Herrera con el turronero. Si sólo se busca tomar el aperitivo, una copa de cualquiera de los vinos de José Moro, un poco del exquisito jamón que ofrecen y una tapa de chicharrón son perfectos para recorrer después los kilómetros restantes hasta la siguiente parada camino del litoral. En la falda de la montaña coronada por Vejer de la Frontera, en La Barca de Vejer, un enorme luminoso sobre la ladera boscosa de la serranía anuncia «Venta Pinto». Tienen que probar allí el jabalí, el rabo de toro o «la perdiz roja de campo a la buena mujer», que les perdonen las ofendiditas. Ya frente al Atlántico, en la playa de El Palmar terminen el día con el pescado de Casa Francisco. Si aún no lo han hecho, vayan a todos ellos antes de que se les obligue a cambiar de nombre y, si ya los conocen, dediquen cada 8 de marzo a celebrar la igualdad real entre hombres y mujeres con una ruta gastronómica similar.

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