Un alcalde en el escaparate
Como dentro no vende una escoba y tiene a la afición absolutamente rebotada, Monteseirín parece decidido a buscar mercado en el
Como dentro no vende una escoba y tiene a la afición absolutamente rebotada, Monteseirín parece decidido a buscar mercado en el exterior y aprovecha la más mínima ocasión para sacar pecho y tratar de colgarse medallas ajenas colocándose el primero, de maniquí, en cualquier escaparate en el que aparezca Sevilla. Lo hizo hace poco cuando salió en todos los telediarios levantando los brazos en plan campeón con el aterrizaje del A-400M, como si él, personalmente, lo hubiera ensamblado y lo repitió el otro día apuntándose, pletórico, al carro de la vuelta ciclista a España, presumiendo, sin permiso de Torrijos, de carril-bici y asegurando que este acontecimiento servirá para que el mundo conozca y reconozca a la Sevilla vanguardista, tecnológica, moderna y, por supuesto, sostenible. Ahí quedó eso.
Un alcalde, por supuesto, debe estar en estas cosas y presumir de ciudad a la menor oportunidad, pero también, y sobre todo, debe tener contenta a la propia ciudad, que en definitiva lo pone o lo quita del cargo, escuchar a todos, atender las necesidades de los vecinos, prestar adecuadamente los servicios a los que está obligado por ley, dar cuenta de lo que hace y, sobre todo, de lo que deja hacer a otros y ahí, ya ven, es precisamente donde no se le ve. Tal vez sea por eso por lo que las malas lenguas andan diciendo que, como Alfredo no será nunca ser profeta en su tierra, ya anda buscándose fuera las habichuelas y trabajándose la futura moqueta por otros andurriales, de ahí su nuevo afán por el comercio exterior. En el interior ni está ni se le espera.
Por si sí o por si no, no estaría de más recordarle que, para vender, no basta con poner un maniquí vistoso en el expositor. Es imprescindible tener dependientes capaces, emprendedores y convincentes y, sobre todo, género de primera almacenado en la trastienda porque la clientela, afortunadamente, es cada vez más exigente. O sea, que menos escaparate y más calidad en la oferta que, como dice el refrán, el buen paño, en el arca se vende.
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