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La Alberca

La grabadora de Marín

La libertad de Juanma Moreno para convocar elecciones no afecta al PP, sólo afecta al PSOE

Alberto García Reyes

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La grabación a Juan Marín piando sobre tacticismo parlamentario de taberna destapa todas las miserias de la política contemporánea y sirve como paradigma del manoseo de los diputados electos a la voluntad popular. El interés general es una entelequia que sólo emerge cuando llega la ... campaña electoral y que vuelve al cajón en cuanto se forma gobierno. Esa es la principal evidencia que sobrevuela la conversación del vicepresidente de la Junta con el resto de miembros de su partido en la que un compañero pulsó el 'record'. Porque en esa cinta y en el rastro recorrido hasta su publicación se aprecian tres errores nauseabundos. El primero es lo que dice Marín. El qué. En su discurso se comprueba que normalmente los políticos nos dicen en público lo contrario de lo que piensan. Se mueven estrictamente por intereses particulares, lo que les obliga a mentir en el atril para hacernos creer que están haciendo todo lo posible por mejorar nuestras vidas, cuando en realidad lo que están haciendo es todo lo posible por mejorar las suyas. La propuesta de Juan Marín de bloquear su propio presupuesto y la Ley del Suelo porque «todo el mundo sabe que en el último año estas cosas no se aprueban» es patética. Pero a esto hay que añadir un segundo error de parvulito político. Si vas a desahogarte de esa forma tan perjudicial para los ciudadanos, hazlo en un lugar en el que tengas controlados a tus interlocutores. En plena guerra de tu partido, con tantas facciones como personas, hace falta ser un kamikaze para relajarse de esa forma. Vivimos en la sociedad de las grabadoras. Obviamente, en una conversación privada no saldría vivo nadie ante el tribunal de la corrección política. Nos atosiga la dictadura de la hipocresía, en la que todos tenemos que medir nuestras palabras para que no venga una asociación subvencionada a montarnos un escrache en la puerta de nuestra casa. Pero en las circunstancias de Ciudadanos, Marín ha demostrado ser muy torpe. Su enemigo número uno, Fran Hervías, tiene controlado el partido porque fue el número dos de Albert Rivera en el origen de la formación y se encargó personalmente de cada fichaje. El vicepresidente sabe perfectamente que Hervías carece de escrúpulos desde que, por citar un ejemplo ilustrativo, organizó la campaña contra Javier Millán en Sevilla. Y ahora que, en otra demostración de politiquería infumable, se ha ido al PP como director deportivo para desmantelar Ciudadanos, no se le ocurre a nadie hablar así en una sala donde hay un puñado de infiltrados suyos. «Las acusaciones hay que demostrarlas», ha dicho Hervías en los pasillos del congreso del PP en Granada. Ahí queda eso.

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