tribuna abierta
Los serenos de Sevilla
En Sevilla se tiene noticia de la existencia de los serenos a partir de 1820 por un escrito conservado en el Archivo Municipal, en el cual varios serenos pedían al Ayuntamiento una asignación económica

«Antes de anoche hemos tenido el gusto de ver la compañía de Serenos que acaba de organizar el Excelentísimo Ayuntamiento.
A las nueve en punto se presentaron las cinco escuadras en que se ha dividido, mandada cada una por su respectivo cabo, y después ... de una escrupulosa revista en la plaza de San Francisco salieron de ella con el mismo orden, llevando sus armas bien colocadas, para situarse en su respectivo punto. A las once en punto dieron la primera voz, siguiendo en su ronda nocturna hasta amanecido.
Felicitamos al Ayuntamiento por esta nueva mejora que tanto reclamaba la capital, y esperamos confiadamente en que aumentará el número de los serenos hasta el suficiente para cubrir el servicio como debe estarlo en una ciudad de tanta extensión como Sevilla».
Esta noticia podría ser perfectamente de hace unos días, puesto que en estas fechas la ciudad de Sevilla ha vuelto a tener serenos. Sin embargo, es de la Gaceta de Madrid del 7 de septiembre de 1847 en una crónica relativa a Sevilla.
En Sevilla se tiene noticia de la existencia de los serenos a partir de 1820 por un escrito conservado en el Archivo Municipal, en el cual varios serenos pedían al Ayuntamiento una asignación económica, porque con la voluntad de los vecinos no les llegaba para vivir, y porque al trabajar de noche, no podían trabajar por el día en otros oficios.
Los serenos rondaban la ciudad «desde el toque de ánimas hasta el amanecer» realizando diversas funciones: prestar seguridad, iluminar con su farol a los ciudadanos, poseer las llaves de las casas para caso de pérdida, buscar a una matrona, localizar un sacerdote para una extremaunción, llevar a los que dormían en la calle al Asilo de San Fernando, etc. Y por supuesto, la misión del sereno más clásica y costumbrista era la de pregonar la hora y la meteorología durante la noche, labor no solo puramente informativa, sino también de advertencia a quienes viviendo en la ciudad tenían que cuidar cosechas en propiedades extramuros. La repetición constante de la palabra sereno cuando el tiempo era bueno, acabó dando nombre a estos vigilantes nocturnos.
En 1847 el Ayuntamiento creó ya un cuerpo propio con un sueldo para cada sereno. En esa época se les exigía tener entre 20 y 55 años, complexión robusta -por si tenían que enfrentarse a los malhechores-, de cinco pies de altura mínima (1'50 m.), voz clara y fuerte, saber leer y escribir y ser sevillanos con cuatro años de residencia mínima. Y para ejercer sus funciones tenían un farol con aceite, un bastón o lanza conocido como chuzo, y un silbato.
Durante su existencia pasaron por muchas vicisitudes, considerándose una profesión humilde o de personas solitarias, pero su trabajo era ingente y fructífero. Por ejemplo, entre 1863 y 1864, siendo Alcalde García de Vinuesa, los 91 serenos que formaban el cuerpo detuvieron a 822 sujetos por embriaguez y escándalos; pusieron 470 denuncias por escándalos sin detención, 153 denuncias en tabernas, billares y juegos prohibidos y 687 por infracciones a ordenanzas; también atendieron 4 muertes repentinas, 286 heridos, 12 dementes, 9 enfermos y sacaron a un niño de un pozo; intervinieron en 32 hurtos, en 89 sospechas, 9 abusos, 9 acciones deshonestas, 14 blasfemias, 37 mendigos, 28 indocumentados y 62 niños vagabundos o perdidos; actuaron en 26 casas, depositaron 50 bestias extraviadas, notificaron 152 fallos en alumbrado público, 3 mordeduras de perros, 24 prendas perdidas, 3 fuegos, 1 aprehensión de géneros ilícitos, 1 atropello de carruaje, 1 rotura de cristales; y también intervinieron en 7 agresiones contra los propios serenos. Es decir, casi 3.000 actuaciones.
De lo arriesgado de este trabajo nos da muestra el asesinato el 19 de noviembre de 1847, tres meses después de haber comenzado su servicio, del Sereno José García Gallego en el barrio de la Calzada, que dejó a su viuda Mónica Lázaro y sus tres hijos en la indigencia. E igualmente del sereno Juan Chamorro el 15 de julio de 1862, asesinado por un delincuente con la propia lanza del sereno.
También merece la pena recordar a Francisco Fernández Olivar, un asturiano que fue durante más de veinte años -un tiempo enorme en aquella época- jefe de Serenos y de la Guardia Municipal, con total entrega a los sevillanos y a sus subordinados.
En memoria de todo aquello, mucha suerte y éxito a los nuevos serenos del siglo XXI en su andar por las icónicas calles de la Sevilla antigua. Quizás puedan oír en alguna noche profunda, como si de una psicofonía se tratase, el eco lejano de aquellos silbatos y voces de esos serenos que un día recorrieron las calles de nuestra ciudad y se dejaron la piel en ellas con su chuzo y su farol…
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete