SEVILLA AL DÍA
Muy traicionero
Da igual a qué altura vuele el grajo, nosotros nos agarramos con esperanza a lo que arde. Es el clavo de nuestra cruz
Traicionero, ese era el adjetivo que utilizaban las que entienden de verdad para advertirnos de cómo es el frío de Sevilla. Se te mete en los huesos, se te instala en las entrañas. Sin medias tintas, como llega todo a esta huerta de la desmesura. ... Y se señala al Guadalquivir, que lo acentúa. A la humedad. Habrá fríos más inflamados, más norteños, pero aquí te abrigas, te pones capas, y el joío lo traspasa. Será el contraste, lo que quieran, pero en esta ciudad el invierno siempre entra con una emboscada. Un mediodía te quejas con la boca chica de tener que cargar con el chaquetón y al siguiente vas maldiciendo el relente de los mil diablos por las esquinas.
Tiempo de brasero, de lagrimitas en los ojos de los niños, de dibujos en los ventanales del Tussam. La bufanda de los Reyes, el pijama de terciopelo con frase en inglés, los guantes, los polares, las gabardinas. La novelería es un arte. Los bocatas para el recreo se tuestan en el radiador de la clase. El cafelito hirviendo, por favor. Salir de la monotonía es cambiar las estrellitas por los fideos, la maravilla por la sopa de letras. El toque se lo da la hierbabuena. Vasito de leche, miel, 'Bíbaporú'. Y vuelta a empezar.
Pero no conforme, el gachón ha traído consigo a su parienta la niebla, que nos hace el regalo envenenado de intuir los itinerarios. El adoquín congela los pies, plastifica las últimas hojas. Es complejo asumir que lo que amas se vuelva gris. Los sevillanos somos luzdependientes, tenemos un pacto con el sol. Por eso entra en depresión el termómetro de Los Arcos, por eso en la pitipausa de las bibliotecas se forman corrillos donde caen los hilos dorados. Da igual a qué altura vuele el grajo, nosotros nos agarramos con esperanza a lo que arde. Es el clavo de nuestra cruz. Bajan las temperaturas, pero las filosofías fuertes son aislantes. Se habla de los gripazos, pero también se desempolva aquello de la comunión de Pingu, lo de alicatar iglús. 'El más frío que…' es la reconducción de un género destinado a combatir con la risa los climas adversos. Aunque haya veces que no se pueda.
Este año ha llegado para mezclarse entre la gelidez. Frío sobre frío. Como las sobras quedándose tiesas en la encimera de mármol. Frío multiplicado en los pasillos de los hospitales. Frío cainita en el palco del Sevilla. Frío de urnas en la Hermandad de Los Panaderos. Frío sanguinario en Gerena. Frío en la sonrisa de Espadas. Frío de injusticia en la Maestranza con Ortega. Frío rubio entre San Telmo y San Francisco. Jugando a ese juego de darse palmadas en las manos. Tiritonas de ambición y poder. Está por todas partes, estamos arrecíos, pero hay bares en los que detrás de las barras las cuentas atrás meten los cuerpecitos en caja. Ya saben, las primaveras se ganan.
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