SEVILLA AL DÍA
Otra tienda de souvenirs en la calle Francos
Duele pasear entre las ruinas de lo superior, escuecen las fachadas en los ojos, observar que el paisaje visual se nos derrumba en la cara
No se cabía ayer de gozo en el barrio de Santa Cruz con la nueva inauguración. La gente se paraba ante los dos flamantes locales unificados, largos y profundos como domingos sin fútbol, y tiritaban de la emoción ante la apertura de un flamante ... comercio local. Porque, ¿qué hay más local que otra mastodóntica superficie dedicada a la comercialización de la bisutería del tópico, de la cerámica fake, del menaje fabricado en serie, con ese apetito voraz del capitalismo más desfasado y autodestructivo?
Qué alegrón, qué necesario, otra tienda de souvenirs en la calle Francos. Qué subidón, qué oportuno, delantales con lunares en oferta: ¡dos por uno! Qué maravilla, qué pelotazo, sonríe, joé, no seas coñazo. Y es que tiene tela la cosa, ese mantrita del símbolo de los tiempos, de los tiempos del fiasco en los que nada significa nada, en los que todo es una copia sin sustancia, impersonal, fría. Se ahoga la artesanía, se pisotean los tesoros, se prostituye lo que nos definía porque nos hemos entregado al empacho bobalicón del chocolate del loro.
Era justo lo que necesitábamos, en una calle histórica, ya plagada de negocios dedicados para los regalitos de los turistas, otro museo del cliché más, otra nueva sucursal de la bagatela y la fruslería, que continua con la imparable desfiguración de lo que un día fue el centro, el corazón, de una ciudad incomparable que hizo del abrazo entre su patrimonio arquitectónico y humano, entre sus edificios y su gente, un rasgo imperecedero y hermoso que hoy se mutila y se profana a día que pasa. Duele pasear entre las ruinas de lo superior, escuecen las fachadas en los ojos, observar que el paisaje visual se nos derrumba en la cara.
De todo este tinglado hay una cosa que me escama. A mí me van a tener que explicar muy despacito cómo es posible que en menos de 100 metros puedan convivir siete tiendas enormes dedicadas a lo mismo. Cómo se puede pagar una de las rentas más caras de la ciudad vendiendo figuritas de flamenca. Que oye, que igual hay una asignatura en la Facultad de Económicas de Pekín en la que te enseñan a que sea rentable no irse a pique facturando tres abanicos mal contados. Porque luego pasas por allí, y no entra nadie. Otro misterio más, como el asunto de las fundas de los móviles.
Ya sería la repanocha que mientras nos 'limpian' nuestra ciudad, estuviesen lavando otras cositas. Ahí tenemos, otro bazar más que no es el Victoria, otra conquista de la paradójica globalización, en la que, si no fuera por el clima, ni el guiri percibe ya que está fuera ni el autóctono se siente en casa. Y podrán contarnos los cuentos que quieran sobre el impacto del turismo en la economía, la teoría me la sé de memoria, pero esto es insostenible. Estamos hartos de ver a Sevilla agonizar en nuestra jeta.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete