SEVILLA AL DÍA
Saber que podéis
En realidad, vosotros sois la obra que dejó, su mejor pisada, su mayor orgullo
Es desconcertante esta época de interconectividad que nos ha tocado vivir en la que todo nos afecta tanto, donde se mezcla sin pudor lo relevante con lo chorra, en la que somos capaces de encendernos de indignación con mequetrefes sin nombre en el usuario, en ... la que nos enredamos en absurdeces y pasamos por alto cosas como que se gasten el dinero para la investigación contra el cáncer en cuadros y tablets. Una edad, también, en la que tenemos la capacidad de desarrollar una profunda admiración, un sentimiento de cariño y empatía, por personas con las que ni siquiera hemos interactuado, que no saben que estamos ahí.
Yo hoy quiero escribiros a vosotros, Antonio y Pepe. No nos conocemos. Tengo 23 años, sé muy poco de la vida y seguramente nos hagamos preguntas parecidas. No sé lo que es perder a un padre, no sé lo que se siente. Solo sé que existe el dolor en la misma medida que existe la belleza, solo sé que hay cosas inexplicables, algunas feas y otras increíbles, que a las injusticias no se les puede buscar un sentido, solo hay que rebelarse contra ellas, que el tiempo es una cosa relativa y que en este mundo hay dos tipos de personas: las buenas y las malas. Y que a ambas se les ve venir de lejos.
Os dirán que vuestro padre dejó huella, y es verdad. Legó una impronta eterna en este terreno provisional: vivió con pasión, llenó de alegría terrenos oscuros, no dejó que el pesimismo le comiese ni un palmo de terreno a la felicidad. Disfrutó de lo que le gustaba y se abrazó a sus aficiones, a sus certezas, y os las inculcó. En realidad, vosotros sois la obra que dejó, su mejor pisada, su mayor orgullo.
El otro día mi madre me enseñó un vídeo de una levantá que grabó el año pasado. Él llamaba. Tú, Pepe, estabas a su vera. Y tú, Antonio, debajo del paso. Vuestra herencia es su fe, su bondad, su nobleza, sus ganas de creer. Soñaba con poder compartir ese momento junto a vosotros. Ahora que vuestro cuerpo coge más kilos de la cuenta, que se han apretado las cosas en la trabajadera, él es vuestro capataz, el que vela en la estrechez y os guía. Seguro que está tranquilo porque sabe que ha dejado una cuadrilla que no se alivia ni se esconde, que va de frente por derecho. Dos costaleros de raza, de los que tocan el cielo después de meter riñones.
Lo lleváis con vosotros, y lo mejor es que solo tenéis que miraros al espejo. Tenéis su cara en vuestra cara, que es el reflejo de su alma. No dejéis que os compadezcan, alejaos como él de la pena. Ya lo dijo vuestra madre: seguro que podéis. Vivid con fuerza, porque vivir será recordarlo. Aquí va el abrazo de este desconocido que admiraba a vuestro padre.