SEVILLA AL DÍA
Gavira, el prescindible
No es nada fácil contradecirse tanto en tan poco espacio ni derrochar más servilismo
Una de las noticias más sonadas de la semana ha sido la de la marcha de Juan García Gallardo de Vox. El otrora rockstar de la formación y líder espiritual de la juventud patriótica se ha marchado con un portazo de la formación ... política entre acusaciones de deslealtad y la advertencia de una flagrante falta de democracia interna. A buenas horas, mangas verdes. La salida del joven abogado, en el mejor momento demoscópico gracias a la espiral trumpista, no sólo ha supuesto un terremoto morrocotudo dentro de la formación, sino que ha representado la última evidencia de que Vox empieza y acaba en Santiago Abascal.
Es larga la lista de caras conocidas que han sido laminadas, y posteriormente repudiadas y acosadas, por un aparato que funciona como una secta y borra del mapa cualquier atisbo de excelencia que pueda hacer sombra al líder y, sobre todo, que pueda observar y dar fe de la deriva ideológica y empresarial de un chiringuito a mayor gloria de una camarilla de talibanes que se cuentan con los dedos de una mano. Ansían la mediocridad. No quieren testigos, quieren mascotas.
Tras el bombazo de la dimisión del ex vicepresidente de la Junta de Castilla y León, y su posterior entrevista en Herrera en Cope para defenderse de las intoxicaciones del clan, todos los periodistas buscaban claves que resumieran el estado interno de la tercera fuerza de nuestro país. Y, miren por dónde, justo los dos episodios que mejor sintetizan el follón se han retransmitido desde nuestra ciudad. Uno se produjo en la conversación del disidente con el líder de las ondas, que le preguntaba con retranca desde la calle Rioja por los nombres de esos malvados manijeros. Y el otro, ay, el otro aconteció en los estudios de la RTVA, en Canal Sur.
Desde esa televisión que aseguran que cerrarán en el remoto caso de que lleguen al poder, Manuel Gavira, el portavoz parlamentario del grupo que reniega de las autonomías nos deleitó con una imperdible e impagable intervención que luego, ni corto ni perezoso, decidió publicar en Twitter. Son 17 segundos de oro puro, de alquimia contorsionista. Una exhibición de peloteo y genuflexión que ha debido de causar furor entre los sanchistas más exacerbados.
Papel y boli. Al loro con la frase. «En Vox, todos somos prescindibles, menos Santiago Abascal». Agüita. Lo dijo con cierto tono lastimero, como el empollón que se empeña en dorarle la píldora al profesor. Y, acto seguido, añadió sin sonrojarse: «Aquí lo importante nunca ha sido el mensajero, sino el mensaje». Todo el mundo en pie, ovación cerrada. No es nada fácil contradecirse tanto en tan poco espacio ni derrochar más servilismo. Espero que recuerde estas palabras cuando Kiko Méndez Monasterio decida, dos meses antes de las elecciones, que la candidata a la Junta se va a llamar Pepa o se va a llamar Reyes. Ahí podrá congratularse de ser uno más de 'Los prescindibles de Eliot Ness'.
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