SEVILLA AL DÍA
Calesitas
Todo avanza, menos lo que se mueve en desarraigo, que retrocede de frente. En las vueltas de ese tiovivo hay mucho de lo que vamos a celebrar
La lealtad es una decisión del alma. Este es el claim que este año ha parido la agencia de publicidad 'Señora Rushmore' para la tradicional campaña navideña que le hacen al Atlético de Madrid. Llevo con la frase atravesada desde que lo vi. Las ... cosas bien hechas, las rotundas, son las que toman vida propia cuando las recibimos, las que tienen la capacidad de adquirir un sentido fuera del contexto para el que se habían creado.
En la madrugada del viernes pasado unos desgraciados, demostrando que hay más tontos que botellines y que los botellines hacen más carajotes a los carajotes, levantaron la lona azul que cubre las calesitas de San Martín de Porres y se dedicaron a vandalizarlas. Destrozaron uno de los cochecitos de caballos e hicieron trizas el cuadro eléctrico que desde 1959 acciona la diversión de todos los niños trianeros y sevillanos que se soñaron jinetes, bomberos o pilotos a las puertas del Mercado de San Gonzalo.
El sábado amaneció extraño el barrio de León. No latía ese tiovivo que es uno de los encargados de bombear la sangre de los días en el arrabal. Los enanos, acompañados de sus mayores, contemplaban chasqueados la quietud de la mágica rueda. Todo el mundo buscaba a Luis, pero solo encontraron a un hombre triste, abatido, calculando los daños que había sufrido el carrusel que heredó de su padre. Las alarmas saltaron cuando con un hilillo de voz y con la pena convulsionando en los ojos confesó que ahí podía estar el final, que la antigüedad del mecanismo y de las piezas podría haber convertido el estropicio en irreversible.
Y casi seguro que así hubiese sido si esta no fuera la capital de la ilusión, si en vez de montar una campaña de resistencia, cariño y fidelidad para buscar una solución, se hubiera ensayado una pose de lamento traicionera condenando a este símbolo de nuestra historia a hundirse en el océano de los recuerdos. Pero Triana y su gente marinera no practican ese desentendimiento que está tan de moda y que homologa los rincones del planeta. Allí aún no se deja que se juegue con nuestros juegos, no se jode con donde se apostan los carritos de bebé, no se traiciona a las certezas. Allí aún no se ha entregado la cuchara ante el desapego. Y el Ayuntamiento, hábil y eficaz, cumplió.
Ayer Luis hacía sonar la bocina y le sacaba una sonrisa a una niña que se agarraba a las crines de madera de su caballo. Un abuelo, en cuclillas, a la vera de su nieto, no perdía detalle de la cara de fascinación del bambino, muy concentrado a los mandos de un camión de auxilio en carretera. Todo gira, todo rueda. Todo sube y todo baja. Todo avanza, menos lo que se mueve en desarraigo, que retrocede de frente. En esa rotación había mucho de lo que vamos a celebrar. Feliz Navidad a todos.
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