SEVILLA AL DÍA
La Audiencia de 'No se humilla'
Qué ejercicio de desconocimiento hacia sus colegas, qué despliegue de bisoñez al concebir que todos tragarían
Qué candidez, don Cándido, al pensar que todos pasarían por el aro, al creer que su sumisión y su entrega a ese que estrangula y retuerce la carta que le da nombre al Tribunal que usted profana, le otorgarían algún tipo de legitimidad y ... le conferirían una aureola de intocable, de irrebatible. Qué derroche de inocencia más tierno ese de cavilar que todos serían de su condición, que, si usted se arrodillaba y entregaba la espada, la balanza y la ceguera, tendría bajo su mando a un rebaño de corderillos obedientes, dispuestos a agachar las orejas y a andar por ese carril alternativo que han abierto, termitas de la estabilidad, para sortear las columnas que sostienen nuestro sistema.
Qué ejercicio de desconocimiento hacia sus colegas, qué despliegue de bisoñez al concebir que todos tragarían, que masticarían los clavos con los que los politicuchos quieren crucificar a los magistrados en el madero de sus pecados, que consentirían desteñir su toga y traicionar sus trayectorias, que separarían lo justo de la Justicia, la verdad de la mentira, que serían partícipes de esa bastarda adhesión de los poderes en torno a la figura de su valedor. Qué admirable cuajo al pensar que la podredumbre de esa realidad alternativa por la que circulan habría llegado a colonizar las salas y las conciencias de esos hombres y mujeres buenos, cultos e insobornables, que se tatuaron durante años y años de esfuerzo abnegado una vocación sin más militancia que la imparcialidad.
De verdad, qué inocencia más dopada de indecorosa ambición hay que albergar para fantasear con que la furia demoniaca del acoso y derribo al que la medianía propagandística somete a la carrera judicial surtiría efecto y conseguiría achantar a los profesionales que aún recuerdan cuál es su sitio y su deber. Esos señores que por culpa de la distopía que habéis alumbrado hoy portan a sus espaldas el título de rebeldes y valientes, cuando en realidad solo son fieles al juramento de su desempeño, a la sensatez y la sobriedad de un oficio, que, aunque haya quien se empeñe en denostar, sigue lleno de personas que merecen el respeto, el reconocimiento y la admiración de esta sociedad enferma de mediocridad.
Sí, don Cándido, se las prometía usted felices con su monumento al olvido y a la sinrazón, con su palmadita y aplauso a esos que esquilmaron nuestra tierra con los ERE y que por su servicio a unas siglas se atrevían hasta anteayer a sacar pecho y a volver a reírse de Andalucía. Celebro que se hayan atragantado con la carcajada y celebro verlo a usted intentando maniobrar a la desesperada. Es hora de despertar del sueño, ha dado con la Audiencia de Sevilla, que le dice que no le tiene miedo y le lanza un reto: justifique la finalidad o razón de ser de su solicitud para impedir que se recurra su bodrio ante la Justicia Europea. Vamos, somos todo oídos.
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