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Tribuna Abierta

Elegía por el pino de Fuentepiña

Me dice una amiga moguereña que el viento huracanado de estos últimos días ha arrancado el pino de Fuentepiña de aquella tierra que arropó dulcemente el leve cuerpecillo de Platero

Rogelio Reyes

En su larga estancia madrileña y en el ajetreo de sus años finales de «transterrado» en tierras americanas, Juan Ramón Jiménez llevó siempre consigo el aliento del «nido limpio y cálido» de su Moguer nativo, la «luz con el tiempo dentro» que también a él ... le iluminaba los más recónditos rincones del alma en una incesante recuperación emocional y literaria de aquellos «entes y sombras» de su infancia que, como la Sevilla del verso de Cernuda, eran más suyos cuanto más lejanos: los paisajes de aquel Moguer infantil con los colores malvas de los amaneceres y el grana de sus ocasos, el discurrir cotidiano de la vida del pueblo con el trajín sereno y aristocrático de sus artesanos del pan y del vino pero también con la tristeza doliente y gris de sus lacras sociales, la andadura silenciosa y cálida de quien se siente gozosamente arropado por la tierra y el cielo de su particular arcadia…, el espíritu sosegado y amable, en fin, de aquella «Tartesia linda» que el poeta, lúcido eternizador de lo efímero, se llevaría para siempre en lo más hondo para recrearlo una y otra vez en la constante «obra en marcha» de su quehacer lírico.

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