Tribuna Abierta
La importancia de la física cuántica
Los artistas ateos o materialistas no quieren ni oír hablar de la palabra inspiración, ya que admitir ese concepto implicaría contar con una dimensión ajena al plano material, que no están dispuestos a reconocer

A veces me permito el sano ejercicio mental de desenchufar los cables que mantienen mi cerebro conectado a esta dimensión llamada tiempo —que se mide por unos artilugios llamados relojes— y penetro en esa región en la que cronos ya no tiene ningún poder para ... regirnos a los humanos.
En esa dimensión —en la que reside la inspiración y que no está sujeta al tiempo— pueden ocurrir cosas tan increíbles como que los hados vengan a ti y te cuenten cosas sin necesidad de que se le pregunten: ellos saben de la sed que tienes por saber, y están deseosos de venir a calmártela.
Antes, los hados insuflaban ideas muy tiernas, bucólicas y románticas. También inspiraban ideas muy guerrilleras y belicosas. De unas y otras, la Literatura está llena.
Pero hoy los hados se han puesto al día y ya no cuentan hazañas que se pueden encontrar en los libros y en Internet.
Esos entes sutiles hoy informan sobre Física Cuántica, y le ponen a uno al día sobre la «Teoría de Cuerdas», «los Agujeros de Gusanos», «la Teoría de Sistemas», sobre «ese pobre gato encerrado en una caja y del que no es posible saber si está vivo o muerto», o de «los Campos morfogenéticos», por poner un ejemplo. Y entre otras cosas, explican el porqué del cáncer y de las llamadas «curaciones milagrosas».
Como nada ocurre por casualidad, en diciembre del pasado año tuve la fortuna de que cayera en mis manos una entrevista al físico cuántico Rupert Sheldrake, y, aunque poco, ya ha llovido desde entonces.
He leído mucho a este biólogo, bioquímico, filósofo y físico cuántico británico, y a su más que contrastada «Teoría sobre los Campos Morfogenéticos», compatible perfectamente con «la Teoría Cuántica de Sistemas». Son temas realmente interesantes. Y entre otras cosas, en esa entrevista, Sheldrake explica el fenómeno de la experiencia mística, el porqué del cáncer y de todas las curaciones, y del libre albedrío.
También toca el tema de la inspiración y la creatividad del artista, como provenientes de una dimensión espiritual que la ciencia oficial y la biología aún hoy en el siglo XXI, se resisten a considerar. Los artistas ateos o materialistas no quieren ni oír hablar de la palabra inspiración, ya que admitir ese concepto implicaría contar con una dimensión ajena al plano material, que no están dispuestos a reconocer.
Yo la definiría como una energía extraña que, cuando a la persona le llega, siente que es algo que no le viene de la mente, sino como si procediera de otra dimensión interna: Como si «una fuerza superior y ajena» estuviera dictando ideas, desde dentro, de tal manera, que hay que ponerse a escribir urgentemente donde fuera y como fuera —sin puntos ni comas, ni signos gramaticales que aporten claridad al texto— con lo importante que es eso. Pero eso llegará después en su momento, cuando el alma aterrice; porque ese tema gramatical pertenece ya a la dimensión del plano mental de la persona en cuestión: las musas no entienden de signos gramaticales, ni les interesa lo más mínimo ese tema: Ellas se limitan a insuflar caprichosamente, ideas, al primero que escojan desprevenido sin el ordenador abierto y sin un mal folio por delante, ni siquiera un lápiz a mano, y luego ya uno se las tendrá que maravillar para ir poniendo esas ideas en palabras y sin que les falte un sólo avío gramatical —como Antonio de Nebrija, la R.A.E. y el mismísimo Dios mandan—.
(*) Regla Contreras es escritora
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