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TRIBUNA ABIERTA

A pesar de todo, las corridas de toros vuelven a resurgir

La seguridad con la que sus interesados detractores anunciaban un final inminente para las corridas no solo no se están cumpliendo, sino, más bien, todo lo contrario

EFE

Rafael Moreno

La fiesta de los toros, tras una aberrante e injusta persecución por grupos con intenciones poco claras, vuelve a resurgir. El desarrollo de las primeras ferias del año, las más complejas y difíciles de organizar, que tenía a la gente del toro con el alma ... en un vilo porque siempre han marcado la pauta para el resto de la temporada, así parecen indicarlo. La seguridad con la que sus interesados detractores anunciaban un final inminente para las corridas no solo no se están cumpliendo, sino, más bien, todo lo contrario: los toreros vuelven a triunfar con rotundidad delante del toro; los empresarios aciertan y hacen plenos en el montaje de sus ferias, y los tendidos se vuelven a llenar de un público entusiasmado y sin complejos. La realidad no puede ser más alentadora. Cuando determinados grupos guiados por intereses económicos y sociales poco claros y de alcance bastante preocupante determinaron que para conseguir sus objetivos tenían que provocar un profundo cambio en las normas de conducta y convivencia entre el ser humano y el mundo animal, empezaron por inventar una nueva moral de hojalata capaz de convencer a los espíritus sensibleros de que el hombre venía maltratando de manera salvaje y perversa al mundo animal desde la noche de los tiempos; y que había que ponerle fin a esa situación para dar paso hacia una nueva sociedad más «progresista» y «civilizada». Para lograrlo no se les ocurrió nada mejor que proponer igualarlos entre sí -seres humanos y mundo animal- identificándolos bajo un mismo hecho lícito con idénticos o muy parecidos derechos jurídicos; llegando al disparate de extrapolar el sentir racional del ser humano al puramente instintivo del animal, como si los dos fueran una misma cosa. Lo que no está claro es si pretenden lograrlo animalizando al ser humano, humanizando al animal. Llegados a este punto concluyeron que nada mejor que utilizar la Fiesta de los Toros como la gran coartada, no la única pero sí la más sugestiva y seductora, para intentar demostrar su tesis sobre el maltrato animal llevado hasta sus últimas consecuencias. Por lo que para evitar la vergüenza colectiva de nuestro país era el deber de todos llegar a la total abolición de las corridas. Eso crearía doctrina, y les allanaría el camino. Y escuchando como llamaban asesinos a los toreros y salvajes sin sentimientos a quienes acudían a los tendidos a presenciar las corridas llevaron a la Fiesta de los Toros a un callejón sin salida que parecía conducirla a la extinción definitiva.

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