TRIBUNA ABIERTA
La vía educativa andaluza
Tenemos que apostar por que la educación sea efectivamente un servicio público para todos, pero no uno cualquiera, sino uno en el que prime la excelencia
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El Gobierno de Andalucía está realizando un importante esfuerzo de transformación de Andalucía cuyos resultados económicos, después de un lustro, se empiezan a notar: disminución del paro; incremento del PIB per cápita por encima de la media española; importante empuje de las exportaciones; mayor convergencia ... en la renta de los hogares... Hay quien, desde fuera, habla de la «vía andaluza» para el crecimiento, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha desgranado en sus intervenciones públicas algunas de sus claves diferenciales, entre las que siempre ha destacado la escucha activa y el consenso con los actores empresariales y sociales, la moderación y la creación de un clima de confianza y seguridad jurídica propicio para la inversión privada, y, de forma muy señalada, la apuesta por la formación y el talento los jóvenes, como protagonistas de esa nueva Andalucía puntera e innovadora.
Desde ECA compartimos esa visión y estamos totalmente convencidos del papel crucial de la educación en la creación de una Andalucía más avanzada, más dinámica, más emprendedora y más ambiciosa. No sólo estamos convencidos, sino que nos sentimos directamente concernidos y comprometidos con el objetivo de convertir la formación de nuestros jóvenes en una palanca de fomento del emprendimiento, la innovación tecnológica, la expansión empresarial y la internacionalización de nuestra economía. Participamos de la idea de que sólo podremos impulsar el crecimiento e incrementar nuestro protagonismo en el mundo haciendo que nuestros jóvenes se preparen para hacerlo, adquiriendo todos esos conocimientos, competencias, habilidades e idiomas que son necesarios en un mundo globalizado y digitalizado. En Escuelas Católicas de Andalucía esto no lo decimos ahora, sino que siempre lo hemos defendido: Andalucía crecerá en tanto que la iniciativa privada (la escuela concertada) vaya junto a la inversión e iniciativa públicas.
Y, para ello, Andalucía necesita invertir en educación. Necesita hacerlo de forma decidida y desacomplejada, apostando por la pluralidad y la calidad educativa sin sesgos ideológicos de ningún tipo, y convirtiendo esa determinación en otra seña diferencial de esa «vía andaluza». Si de lo que se trata en industria, en agricultura, en sanidad, en todas las áreas de gestión, es de promover e incentivar la excelencia, la consigna en educación no puede ser otra. Si queremos jóvenes excelentes que asuman el liderazgo de esa nueva Andalucía puntera, debemos apostar por la mejor educación posible para ellos, sin dejar a nadie atrás, y garantizando la libertad de elección de centros de alumnos y padres, que son lógicamente los más interesados en su propio futuro.
En definitiva, tenemos que apostar por que la educación sea efectivamente un servicio público para todos, pero no uno cualquiera, sino uno en el que prime la excelencia, y en el que todos los centros que garantizan ese servicio público –con independencia de su titularidad, de si son de propiedad pública o privada- partan de las mismas condiciones financieras para tratar de hacer realidad el desiderátum común de la calidad. Porque lo que no deja de ser una incoherencia es que aquellos centros que se esfuerzan por la excelencia y destacan en sus resultados, no solo académicos sino también en labores de integración y atención a niños de familias vulnerables, sufran infrafinanciación por el mero hecho de pertenecer a la red concertada. Así lo vio el legislador de la Ley de Educación de Andalucía, y así lo creemos.
El presidente de la Junta de Andalucía lleva razón: los jóvenes deben ser los líderes de la transformación de nuestra tierra. Y para eso, la educación debe erigirse en una parcela central de la acción de gobierno, no una tarea periférica y delegada a equipos técnicos, sino una prioridad a todos los niveles, por supuesto también los de inversión y presupuesto. El Gobierno andaluz debe convertir la educación en otro rasgo diferenciador de esa «vía andaluza», apostando igualmente en esta parcela por la escucha activa, el diálogo y el consenso, y la colaboración público-privada. Necesitamos en definitiva crear también, en el ámbito educativo, un ambiente propicio para la atracción de inversiones en el tejido productivo andaluz y el fomento de la formación para la innovación, la calidad y la excelencia.
Andalucía avanza, pero en educación lo está haciendo de forma más lenta que en otras parcelas de gobierno y más lenta también que en otras comunidades gestionadas por el PP e incluso el Partido Socialista. Nos pesa decirlo pero es así. Un lustro después, el programa de gobierno y los compromisos adquiridos para igualar la financiación de centros públicos y concertados no se han hecho realidad en nuestro territorio. Los acuerdos de financiación por los que se rige la red concertada datan de 1985, 1999 y 2005, por lo que están completamente obsoletos. La Andalucía que queremos todos necesita de una política educativa de mayor calado, de mayor centralidad dentro de la acción de gobierno, y más firmemente comprometida con la calidad y la pluralidad educativas para que efectivamente nuestros jóvenes sean los grandes protagonistas del prometedor progreso de nuestra tierra.
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