Tribuna Abierta
Homenaje a mi tío Jaime
Tío Jaime practicaba la virtud tan cristiana de que «lo que haga la mano izquierda, no lo sepa la derecha y viceversa»
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El 6 de enero, día de la Epifanía del Señor, se cumplieron 6 años del fallecimiento de mi padre, Pedro Parias Merry, y el pasado 4 de diciembre, en el día de su 89 cumpleaños, mi tío Jaime descansó para siempre para reencontrarse en el ... cielo con su hermano Perico y otros familiares y amigos, tras una vida larga y fructífera, vivida con gran pasión y alegría, tanto en el plano familiar como en el empresarial.
Desde el citado día de Reyes hasta su muerte, me he reunido con mi tío Jaime muchas veces, una vez que se convirtió en mi referencia paternal más cercana. Estos encuentros familiares siempre comenzaban con la misma entrada por su parte: «Pedro, todos los días me acuerdo de tu Padre» a lo que seguía: «yo también», tío Jaime, y proseguíamos con nuestra conversación, de asunto familiares y del campo que tanto le gustaba; así como del «Agua» a la que tanta importancia le daba en sus empresas agrícolas y a la que yo me dedico profesionalmente, en gran parte gracias a su influencia.
De mi tío Jaime, tras su fallecimiento se han dado varios titulares: «un hombre con clase», «un prohombre» o «el padre de la moderna citricultura andaluza», todos muy acertados. En este breve homenaje quiero centrarme en las cualidades personales que atesoró en vida y pudimos disfrutar los que le conocimos: la valentía, el trabajo bien hecho y su generosidad.
«El mundo es de los valientes» era una de sus frases preferidas, y prueba de ello son sus «valientes» nietos que viven o han vivido fuera de España. Él, con solo 23 años, asumió con valentía la dirección comercial de SACA en varios países americanos (Colombia, Venezuela, Cuba) para abrirse un horizonte profesional. Allá por los finales de los 50 y con menos de 30 años tenía un gran registro de vuelos trasatlánticos en los aviones de hélices de la época. Asimismo, en el año 60 tuvo la valentía de volar de Bogotá a Londres a presentarse a su guapísima novia sevillana, Pilar González Green, y pedirle matrimonio en menos de 15 días, algo que tía Pilar aceptó -creo que con acierto y también valentía en su respuesta- y se casaron en la intimidad familiar del Cortijo del Cuarto sevillano, para volar a Colombia ya juntos a proseguir con su actividad profesional.
Valentía, cuando aceptó el reto de asumir la presidencia de una Caja Rural de Sevilla en peligro de disolución, y valentía fue cuando junto a otro visionario de su generación, José Luis García Palacios, decidieron y llevaron a buen puerto la fusión de las cajas rurales de Huelva y Sevilla, formando lo que hoy es una saneada y rentable Caja Rural del Sur. Sin duda, que esa valentía que él atesoraba venía marcada por sus antepasados más cercanos, sus padres; Inés y Fernando, y sus abuelos, Pedro Parias González –presidente de la Diputación y luego Gobernador Civil de Sevilla-, y Francisco Merry Ponce de León – el general Merry, al que quitaron la calle en Sevilla por una mala aplicación de la Ley de Memoria Histórica, ya que durante el enfrentamiento nacional estaba jubilado y no pudo tomar parte en la contienda.
En segundo lugar, «el trabajo bien hecho», basado en la constancia, tenacidad y perseverancia, acompañadas de un indudable olfato «natural» para los negocios y para rodearse de buenos socios, empleados y clientes, que pueden dar fe de sus buenos modales, principios morales y de los valores de lealtad, discreción y del cumplimiento de la palabra dada.
Su capacidad analítica y de síntesis de cualquier asunto era prodigiosa, siendo capaz de tomar decisiones en el menor tiempo posible. Su vida metódica y ordenada, abriendo la oficina a las 8:00 horas durante muchos años de su vida, y su capacidad de relacionarse con todas las personas, desde el peón agrícola a los más altos empresarios y responsables políticos del país, dándole a cada uno su sitio, le ayudaba a ser respetado y reconocido como una persona confiable y segura. Por el contrario, no le gustaban «los vagos y maleantes» o los «oportunistas de tres al cuarto», a los que con su mordaz crítica los ponía en su sito rápidamente.
Por último, la generosidad con todos sus allegados, familiares, amigos o incluso desconocidos. Tío Jaime practicaba la virtud tan cristiana de que «lo que haga la mano izquierda, no lo sepa la derecha y viceversa», y por tanto no voy a enumerar los muchos favores personales y económicos, que él fue capaz de resolver ayudando a muchas personas, dedicando tiempos preciosos que restaba a sus negocios o al tiempo de ocio.
No solo en el ámbito más cercano, sino también fue muy generoso dedicando gran parte de su tiempo de forma totalmente altruista a la citada Caja Rural de Sevilla, a la constitución de los Colegios Tabladilla y Entreolivos, junto a su hermano Fernando -otro prohombre de la Sevilla de los 70- o a la creación de Instituto Internacional San Telmo apoyando la iniciativa de Gerarda de Orleans y Javier López de la Puerta, siendo patrono de la exitosa escuela de negocios, hoy San Telmo Business School, hasta hace poco tiempo.
Y por último, no puedo de dejar de mencionar su amor y generosidad con su familia -tía Pilar, sus 7 hijos, 20 nietos y 2 bisnietos -, así como con la institución de las Hermanas de la Cruz, heredada de su abuelo Pedro, gran benefactor de Santa Ángela de la Cruz. Por suerte, las Hermanas de la Cruz pudieron visitarle en sus últimos días y le dejaron una austera cruz de madera a la que se aferró hasta sus últimos momentos.
Estoy seguro de que su hermano Perico le esperaba en los dinteles de la puerta del cielo, donde los toques de corneta y tambores amenizaron su entrada, para disfrutar desde entonces del Amor eterno, y desde allí ambos, seguirán disfrutando y pidiendo el bien para todos nosotros: los que tuvimos la gran suerte de conocerlos en la Tierra y disfrutar de sus enormes dotes de bondad y generosidad.
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