tribuna abierta
El origen de los Simpecados del Rocío
En principio no fueron más que paños sujetos a un travesaño con la frase 'Sin pecado concebida'
La devoción a la Virgen del Rocío tiene un antecedente remoto que se localiza en el siglo XIII. Desde entonces ha crecido de manera exponencial con manifestaciones periféricas repartidas a lo largo del año, de las que son principales artífices los almonteños velando por este ... milagro de la religiosidad con personalidad y esmero.
La protesta desatada en Sevilla en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen que había negado en septiembre de 1613 el dominico Fray Diego de Molina, llegó a Mures (actual Villamanrique) y a otros enclaves rocieros, tales como Almonte y su entorno, de la mano de los frailes franciscanos.
Juan Carrasco Solís precisa este dato escribiendo en el Boletín Informativo de la Hermandad Manriqueña de diciembre de 1999, página 20, que «Villamanrique confecciona el primer Simpecado, emblema del Rocío. En su realización debieron intervenir los frailes franciscanos de San Diego, de Sevilla», y avanza los nombres de dos de ellos Fray Diego de Xaramillo y San Juan de Prado, que moraban en el Convento de Santa María de Gracia de la localidad donde estuvo mucho tiempo radicada la Hermandad del Rocío.
San Juan de Prado había sido guardián del Convento de San Diego, núcleo del movimiento sevillano de protesta contra las tesis del dominico en contra de la Inmaculada.
Las cofradías de Sevilla empezaron a lucir los «Simpecados» copiando los que estrenaran la Hermandad Sacramental Catedralicia Hispalense y la del Silencio y que, en principio, no fueron más que paños sujetos a un travesaño con la frase «Sin pecado concebida», que sintetizaba la reacción de la ciudad contra el atrevimiento del clérigo y que Kendrik, al que citan los profesores Dominguez Ortiz y Aguilar Piñal, calificó como «The Marian war», la guerra mariana.
En Villamanrique los religiosos introducen esta costumbre y sustituyen en el altar la imagen de la Virgen que lo presidía por uno similar, que posteriormente copiarían todas las primitivas hermandades rocieras: Pilas, Sanlúcar, etc.
En el año 1701 y en los siguientes, el Archivo parroquial de Villamanrique es pródigo en ofrecer unos curiosos datos informando que suele ser costumbre que los nuevos bautizados se inscriban añadiendo al nombre impuesto «del Rosío» (sic) (Recogido por el IAPH en el estudio sobre la restauración del Simpecado viejo de la Hermandad)
Como complemento de lo anterior, en los libros parroquiales de defunciones (Libro I, folios 97, 124,173 y libro II, folios 32, 58; años 1708, 1712, 1723, etc.) se detallan una serie de encargos de misas de fallecidos que dicen «sean dichas por deseo y última voluntad de los devotos o hermanos difuntos en el altar de Nuestra Señora del Rocío que ostenta la Iglesia Parroquial». (Estudio histórico artístico del Simpecado viejo de la Virgen del Rocío de la Hermandad de Villamanrique de la Condesa. IAPH. Boletín, 37).
El IAPH sitúa en la primera mitad del siglo XVIII (IAPH, Boletín, 31. Pág. 47.) la hechura de este Simpecado, que posee debidamente protegido en su museo etnográfico la Hermandad Rociera Manriqueña.
En 1998 se restauró la Carreta templete de madera que hizo el maestro Dieguete. Su autoría queda demostrada por un letrero sobre la madera que aparece en su falso techo y que textualmente dice: «La hizo José Cabello Rodríguez (a) Dieguete en el año de 1932 ha expensa (sic) de la Real Hermandad siendo Mayordomo Antonio Velázquez Sánchez (a) Lateral».
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