EL PLACER ES MÍO

Porque yo lo valgo

No hay un estupefaciente tan tóxico y con tantos efectos secundarios como el ego profesional

(…) Soy muy bueno en lo mío. No sé si el mejor, pero muy bueno. Y los clientes me lo reconocen con unos honorarios muy altos. Ellos querrían pagarme más, pero no les dejo, porque, además de excepcional, soy honesto. Cobrar lo que me merezco ... me ha dejado fuera del mercado a veces. Pero no me arrepiento. Durante un tiempo bajé los precios. Trabajé mucho más y gané muy poco más. Pero sobre todo perdí retribución emocional. Esos nuevos clientes que hice reduciendo el margen se creían más profesionales que los profesionales mismos, no escuchaban ni valoraban nada salvo sus indocumentadas opiniones, y algunos finalmente ni siquiera pagaban. Así que corté por lo sano y aprendí a apreciarme y a darme a valer, trabajando únicamente con quien me pagara todo lo que valgo, que es mucho.

Desde entonces, no sólo tengo una carrera profesional más satisfactoria, sino que concilio mejor. Si el miércoles quiero cogerme la tarde y llevar a mis hijas al cine, me la cojo y me las llevo. La semana que me toca con ellas aligero la agenda, dejo libres las primeras y últimas horas de la mañana para llevarlas y traerlas del colegio, y por las tardes trabajo en casa o no trabajo. Y si un cliente no lo entiende es su problema, no el mío, porque el noventa y nueve por ciento de las urgencias pueden esperar hasta mañana. Nunca atiendo llamadas después de las seis de la tarde y sólo reviso y contesto el wasap una vez al día, a primera hora de la mañana. Si alguien pide verme en fin de semana, le digo que no, y también se lo digo si quiere comer o cenar conmigo, porque yo como o ceno con quien quiero, y no me gusta mezclar lo profesional con lo personal.

No sé si ha quedado suficientemente claro que todo esto me lo puedo permitir porque soy muy bueno. Pero no es que lo diga yo, que también lo digo, porque confesado está que he aprendido a quererme, a quererme mucho incluso, sino que lo dice el mercado al convertirme en uno de los profesionales mejor pagados y más demandados. Así que, desde estas líneas, animo a todos a contratarme, aunque no me haga ninguna falta, y sobre todo invito a quien quiera dedicarse a lo mío, o a cualquier otra cosa, a que me siga y me imite, porque ya dijo el clásico que imitar es la forma más sincera de elogiar, y, aunque en esta comunidad hay alguna gente admirable, hay muy poca tan admirable como yo (…)

Naturalmente no deben atribuirme una sola de las palabras que acabo de escribir aquí. Es sólo una parodia del tipo de publicaciones cada vez más habituales en Linkedin, que es ya la más odiosa de todas las redes sociales. Probablemente les resultarán inverosímiles, pero yo les aseguro que, muy al contrario, se parecen, en el fondo e incluso en la forma, a algunas que he leído recientemente. En esta abrasadora hoguera de las vanidades humanas la gente pierde los papeles de la forma más inconsciente, estrepitosa y lamentable. Lo que me lleva a pensar que no hay un estupefaciente tan tóxico y con tantos efectos secundarios como el ego profesional.

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