EL PLACER ES MÍO
Un uso para las Atarazanas
Las Atarazanas no serán ningún ágora pública, sino un monumento recuperado para una explotación turístico-cultural aún incierta
Este pasado fin de semana me acerqué a las Atarazanas sólo para imaginarme cómo será ese entorno peatonalizado. En el ratito que estuve deambulando por allí, no pude dejar de pensar que el mejor uso que se le podría dar a la llamada 'catedral civil' ... de Sevilla es no darle ninguno. Obviamente no será posible por los compromisos adquiridos para la financiación de la rehabilitación. Pero, como ciudadano y vecino del centro, ése sin duda sería mi deseo. Dejarlo sencillamente como lugar de sombra, de descanso y de paseo, para sentarse un momento, ver la vida pasar o simplemente transitar por el centro. Integrarlo en la ciudad pero de verdad, a través del uso y no sólo de la fisonomía.
La actual lógica urbana parece imponer un camino contrario, que es el de la Plaza de España, convertida en auditorio de conciertos durante parte de la primavera y el verano. La privatización de este espacio público comenzó en realidad hace unos años, cuando el gobierno municipal liderado entonces por Espadas decidió buscarle una utilidad más utilitaria que la del mero placer de quienes caminamos a diario por allí. Y del alcalde actual ya conocemos sus intenciones: si de él dependiera, cobraría la entrada a los turistas, lo que en la práctica significaría separarla de la ciudad y cerrarla a los sevillanos.
Ni la Consejería de Cultura ni la Fundación Cajasol parecen saber qué hacer con las Atarazanas, y mi propuesta es que se marquen la vacilada de un no-proyecto, lo contrario de la desintegración urbana con la que sueña Sanz para la Plaza de España. En definitiva, entregarla a los sevillanos como espacio realmente público, abierto y libre de usos, para que cada uno pueda hacer allí lo que le apetezca, y sobre todo algo tan necesario como no hacer nada. Una plaza para pasear, mirar, leer, descansar y conversar, sin veladores, sin tiendas, sin exposiciones y sin colas de entrada. Un verdadero refugio urbano, abierto de día y cerrado de noche, en el que sencillamente no pase nada. Nada salvo la vida. Eso sí que sería un regalo para Sevilla.
Desafortunadamente, no creo que nadie esté dispuesto a regalar nada, y los sevillanos nos tendremos que conformar con ver el espacio desde fuera. El arquitecto de la reforma, Guillermo Vázquez Consuegra, expresó en su momento que, con su intervención, aspiraba a convertir el antiguo astillero medieval en una especie de ágora pública para el encuentro de los ciudadanos. Pero no sé qué clase de plaza puede ser una separada de la polis por una reja. La peatonalización de la calle 2 de mayo me parece una decisión acertadísima, mas la integración que propicia es solo estética. Las Atarazanas no serán ningún ágora, sino un monumento recuperado (con una intervención polémica) para una explotación turístico-cultural aún incierta. El nuevo reclamo de un centro-museo entregado a la iniciativa privada para que financie su mantenimiento cobrando a los visitantes.
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