TRIBUNA ABIERTA
Lo que va primero
Por mucho que queramos negarlo, todos estamos ya en la repugnante lógica de que hay que ocuparse de ciertas cuestiones personales para tener éxito profesional /empresarial/económico
![Lo que va primero](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2023/07/14/trabajo-conversacion-personas-RSRqmjC8x1hujaOplVK3xSN-1200x840@abc.jpg)
Hace poco leí un artículo sobre un director de recursos humanos que decía descubrir más cosas en las relaciones de los candidatos con sus padres/abuelos que en todos sus títulos académicos o puestos anteriores. Que se preocupen y cuiden de sus mayores le parecía ... un indicador de responsabilidad y capacidad para el mundo profesional mucho más fiable que varios másteres. Este sí que me pareció un punto de vista realmente innovador e interesante, pero la secuela que tuvo fue un montón de comentarios de gurús distinto pelaje, de los que parecía deducirse la siguiente revelación: si quieres triunfar en tu carrera, llama a tus viejos todos los días y ve a verlos con frecuencia, así te irá mucho mejor. El cumplimiento de tus obligaciones familiares te entrenará para el éxito.
Parece una estupidez, pero en realidad llevamos años consumiendo este tipo de literatura que subvierte el orden de las cosas, convenciéndonos por ejemplo de que la actitud positiva ante la vida es el mejor modo de ganar un montón de pasta (que a eso básicamente es a lo que estos linces de la automotivación reducen el concepto de éxito). A los que nos hacemos ya mayores, jamás se nos contó esta trola infecta. Nos sedujeron para alimentar nuestra ambición profesional con otros argumentos, pero nunca nos dijeron que el dinero fuera el fin último, sino el medio para ser felices. Eso también era mentira, pero no tan burda como la que se les cuenta ahora los jóvenes: con optimismo, confianza y alegría, os haréis millonarios.
Parece un absurdo disparatado, y lo es, pero la eficacia de esta nueva narrativa es abrumadora. Por mucho que queramos negarlo, todos estamos ya en la repugnante lógica de que hay que ocuparse de ciertas cuestiones personales para tener éxito profesional/empresarial/económico: la gratitud, el entusiasmo, la honestidad y el cumplimiento de las obligaciones no son fines absolutos en sí mismos, sino herramientas de las que nos debemos proveer para seguir escalando en nuestra carrera. Interesarse por los padres es, sobre todo, y en definitiva, una cuestión de currículo.
Hace unos años mi querido amigo Paco Pérez Valencia me llamó para que le ayudara a crear el relato de una empresa que acababa de crear. En el transcurso de las conversaciones que tuvimos para ello, yo no dejaba de insistirle en que me contara los beneficios que los clientes recibirían de sus servicios. Hasta que, desesperado de ver que nuestras lógicas no se encontraban, me dijo claramente: mira, Mígue, si lo que quieres es saber es si van a ganar más dinero contratándome, ni lo sé ni me interesa: yo sólo intentaré que sus profesionales se sientan mejor y más estimulados compartiendo un ambiente de trabajo más creativo.
Cuento esta anécdota porque Paco estaba en lo cierto y yo en el error. La divergencia de nuestros planteamientos obedecía a una inversión de valores que yo tenía tan asumida que ni me daba cuenta de ella. En realidad, la practicamos todos constantemente en el mundo empresarial. Cada vez que contamos que la responsabilidad social hace más rentables a las marcas, cada vez que aseguramos que la comunicación y la transparencia salen a cuenta, cada vez que afirmamos que cuidar a las personas es la vía directa para mejorar los resultados empresariales… cada vez que hacemos eso, en realidad lo que estamos diciendo es que hay que cuidar a los mayores para mejorar nuestra empleabilidad.
Así que quizás sea el momento de volver a Kant y reconocer que el orden de los factores no sólo altera el producto sino que da mucho asco. Las empresas deben ser responsables socialmente porque deben serlo. Y en una democracia todos los actores con una cierta influencia sobre la vida pública –y las empresas de cierto tamaño lo son- deben ser transparentes porque deben serlo. Deben serlo, y punto. Incluso si eso perjudica su rentabilidad empresarial.
Quien compra la idea de que hay que comunicar, ser sostenibles y cuidar a las personas para proteger los resultados empresariales, tendría que comprar la idea contraria si se demostrara cierta. Kant decía que el deber hay que buscarlo porque es deber y no porque vayamos a sacar partido de él. Y que si invertimos la ecuación, buscando el beneficio en la responsabilidad, lo normal es que esta última se pierda por el camino. En cambio, si hacemos las cosas porque tenemos que hacerlas, por lo menos, nos quedaremos con la satisfacción de haberlas hecho, y todo lo demás será plusvalía: si viene bien, y, si no, también.
Así que sería bueno vacunarnos contra este tipo de milongas. El no va más de la degradación moral e intelectual sería ya querer hacer currículo con el cuidado de los abuelos. Deberíamos saltar indignados ante este tipo de bull shits filtradas en charlas supuestamente motivadoras. No sólo es obsceno, sino que además es mentira. La normal es que dedicarle atención a los hijos, cuidar a los padres ya mayores y quitarle tiempo al enriquecimiento profesional para entregarlo a la familia, frene la carrera laboral, más que impulsarla. O quizás no…, pero es lo mismo, porque lo primero siempre debe ir por delante de lo segundo.
¿Y acaso necesitamos que alguien nos diga qué va primero? ¿O, como pensaba el genio alemán, todos los sabemos perfectamente sin más ayuda que la de nuestra conciencia?
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