El placer es mío
El PISA turístico
Limpiar y ordenar antes de que vengan a limpiarte y ordenarte. Eso sí que es educación y tener clase
El pasado domingo las camareras de piso de los hoteles de Barcelona salieron a la calle a protestar por sus condiciones laborales. En refuerzo de sus reivindicaciones enseñaron fotos de la deplorable situación en que se encuentran las habitaciones que dejan los clientes. Las imágenes ... se referían a todo tipo de establecimientos: modestos pisos turísticos, pero también lujosas suites de hoteles de cinco estrellas. Y más allá de la cuestión laboral, cuando las vi, pensé que esas instantáneas representaban una especie de informe PISA turístico sobre el nivel de educación de nuestra sociedad. Sólo que en este caso no eran las competencias lectoras y matemáticas las examinadas, sino las referidas a la dignidad y el respeto.
Dos cosas podían concluirse de esa suerte de barómetro educativo: que el problema no está sólo en las nuevas generaciones; y que la incorrección y el incivismo no entienden de clases sociales, ni de poder adquisitivo, ni probablemente tampoco de ese tipo de conocimientos y habilidades que se miden en los informes de capacidades. Quiero decir que se puede ser un superdotado para la física cuántica y el big data, tener una cartera abultada, una cierta cultura y un vestuario y unos modales sin tacha, y ser un perfecto maleducado a pesar de todo.
Una vez, un psicólogo me dijo que una de las fantasías profesionales que más recurrentemente le contaban sus clientes era la de dejar sus ocupaciones laborales e invertir todos los ahorros en una casa de huéspedes donde ser felices y hacer felices a los demás. Yo mismo confieso que alguna vez he especulado fugazmente con una idea parecida. Pero, después de recapacitar mínimamente, concluyo que el sueño acabaría convirtiéndose en pesadilla. No sólo por la absorbente dedicación que me exigiría, sino por el daño incluso moral y la decepción casi diaria que debe suponer el trato con esas acémilas sobre las que han presentado testimonio gráfico en Barcelona las camareras de piso.
Alguna vez, en mi condición de modesto arrendador, he padecido a un inquilino de esas características. Con estudios superiores y un cargo directivo en una gran empresa, impecablemente vestido y aseado, tras un año de alquiler, me devolvió el piso en un estado tal que invitaba a entrar con una pala excavadora para recoger la basura. Y pensé que la verdadera pirámide social, o al menos educativa, es la que se reparte entre dos extremos: en el ínfimo, los que esconden la suciedad bajo una apariencia rutilante; en el superior, los que ordenan y limpian antes de que les ordenen y limpien. Lo hacen en su casa y, con mucho más motivo, en una propiedad ajena.
Aunque son una especie en extinción, todavía quedan personas así y seguro que el lector conoce a alguna: el miércoles por la tarde se las ve adecentando la casa porque el jueves por la mañana vienen a limpiarles. Parece un sinsentido y, sin embargo, no lo es. Eso sí que es educación y tener clase.
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