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El placer es mío

Nuestros amigos los perros

La tolerancia con las simpáticas mascotas ha crecido de forma inversamente proporcional a la practicada con los latosos críos

Miguel Ángel Robles

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El otro día visité una playa del Alentejo en la que se prohibían los canes con un argumento muy animalista y conmovedor: podrían ahogarse. Me acordé del diplomático cartel que vi una vez en una gran superficie comercial: «nuestros amigos los perros no pueden entrar ... en este establecimiento». En la mayoría de ordenanzas municipales, las mascotas siguen teniendo restringido el acceso a las playas, pero es en vano. Si ya se les permite ir de compras, a ver quién le pone vallas al campo (o, en este caso, a la costa). Visto lo visto, habría que conformarse con que se delimitaran algunas zonas libres de ladridos. O, moderando las expectativas, con que se instaurara en agosto un día sin perros en la playa, al modo del día sin tabaco o sin coches. Dicho sea sin ánimo de sugerir que nuestros amigos los perros sean tóxicos, simplemente por descansar de ellos y sobre todo de sus dueños.

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