puntadas sin hilo
Hace seis años
Hay un político que hace seis años pedía mano dura contra la corrupción
Hay un político que hace seis años defendía en el Congreso la independencia judicial y alababa a aquellos magistrados «que resisten contra las maniobras dilatorias que perseguían invalidar el trabajo monumental de sumarios construidos con dedicación, esfuerzo, y muchas renuncias no solo profesionales, económicas, sino ... también personales (...) jugándose hasta sus propias carreras profesionales y asumiendo un coste personal y también profesional muy amargo».
Hay un político que hace seis años hacía «una mención especial a uno de los eslabones más valiosos de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. Ese eslabón lo conforman un pequeño grupo o un pequeño gran ejército de hombres y mujeres honestos, que no se dejan intimidar por las presiones y que consagran su labor al servicio público desde la judicatura (...), que luchan pequeñas batallas cotidianas contra quienes se valen de artimañas procesales».
Hay un político que hace seis años criticaba que «no hay mayor inestabilidad que la que emana de la corrupción. Porque [en España] se normaliza la corrupción, fingiendo que aquí no ha pasado nada, que hay que mirar hacia otro lado».
Hay un político que hace seis años reclamaba mano dura contra la corrupción porque «actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado».
Hay un político que hace seis años recordaba que «la corrupción merma la fe en la vigencia del Estado de Derecho cuando campa a sus anchas o no hay una respuesta política acorde a la entidad del daño que se ocasiona».
Hay un político que hace seis años reprochaba al presidente del Gobierno que «persiste la imagen de un presidente que opta por la peor de las respuestas que es atrincherarse en el cargo, aupado por el peso de una Cámara fragmentada, con grupos parlamentarios cuyos intereses son difíciles y complejos de casar, y que el propio Gobierno de España ha tratado de ensanchar, precisamente para perpetuarse en el poder».
Hay un político que hace seis años subrayaba también al presidente del Gobierno «su incapacidad para ser parte de la solución y empeñarse, contra viento y marea, en ser parte del problema. Esa solución, señorías, se llama regeneración democrática. Y usted ha dejado bien claro con sus actos que no puede formar parte de ella».
Ese político es Pedro Sánchez, y ha hecho todo lo contrario de lo que argumentaba en el discurso de la moción de censura contra Rajoy, en mayo de 2018. Ha eliminado delitos de corrupción, modificado sentencias para evitar penas, presionado a jueces y amnistiado a corruptos. Todo desde un Gobierno en precario que actúa en función de intereses partidistas. Pero el mayor embuste del día, la trola inconmensurable la sintetizó el entonces semidesconocido Sánchez con mucho arte en una sola frase:
«Señorías, creo firmemente en el valor de la palabra».
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