Puntadas sin hilo
Pedro Sánchez y Sancho Panza
Espadas, el escudero del presidente, no tuvo la prudencia de esperar antes de apoyar la cesión tributaria a Cataluña
A Pedro Sánchez hay que reconocerle un cierto quijotismo, una vocación de caballero andante que afronta desafíos novelescos con un entusiasmo que oscila entre la gallardía y la demencia. A Alonso Quijano y al presidente del Gobierno les diferencia, sin embargo, el origen motivacional: mientras ... que el personaje de Cervantes actuaba por idealismo, Sánchez lo hace por mera ambición. El caballero de la triste figura renunció a su vida señorial para salir en busca de una España que no existía; Sánchez quiere cambiar la España que existe para no tener que renunciar a su estatus presidencial. El cuento al revés.
La última quijotada del caballero orate ha sido el pacto con ERC para la investidura de Salvador Illa, un empeño para el que no le ha importado dilapidar los mecanismos que garantizan el equilibrio interterritorial del país. La jugada deja a todo el país en la picota, pero ha servido al menos para desnudar al PSOE de falsos ropajes y desvelar al fin quién mantiene en el PSOE un sentido de Estado y quién acompaña a Sánchez en su cruzada suicida para mantenerse en el poder a cualquier precio. Esta filtración ha permitido conocer que, en realidad, Pedro Sánchez apenas le queda un Sancho Panza en su deambular por la estepa de la insolidaridad política. El escudero que le acompaña solícito y servil es el andaluz Juan Espadas, quien procede paradójicamente de uno de los territorios más agraviados por el pacto de Cataluña. Espadas, el Sancho Panza sanchista, ni siquiera tuvo la prudencia de esperar; se apresuró a mostrar su fervorosa adhesión a los designios del líder sin sospechar que Castilla-La Mancha, Aragón, Asturias, Castilla y León y Extremadura se iban a descolgar de un acuerdo que no tiene venta posible en sus territorios.
Más allá de las razones que tenga Espadas –que seguro que las tiene– para apoyar una medida claramente discriminatoria para Andalucía, llama la atención el escaso peso específico del PSOE andaluz en el contexto nacional. Lejos quedan aquellos tiempos en los que ante cualquier encrucijada el partido miraba a Andalucía, su gran granero electoral. Durante décadas, el PSOE andaluz y el PSC eran los dos grandes polos de influencia en la dirección de Ferraz, que no daba un paso importante sin valorar con San Vicente la oportunidad del mismo. Hoy se toma una decisión como la cesión tributaria a Cataluña sin llamar a consultas a los barones territoriales y encima el PSOE andaluz es el primero en aplaudir la medida. Ya se hubieran guardado Felipe González, Almunia, Rubalcaba e incluso Rodríguez Zapatero de tomar una decisión de ese tipo sin consultar con Andalucía. Aquel respeto reverencial al aparato sureño ya no existe. Es muy posible que Espadas se esté pegando un tiro electoral en el pie al dar el visto bueno a los privilegios catalanes, pero Andalucía ya no es lo primordial para el PSOE. Y es probable además que a estas alturas el Quijote de la Moncloa ya haya prometido alguna ínsula barataria a su fiel escudero si las cosas se tuercen.
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