puntadas sin hilo
Pay per view
Lo lamentable no es que se cobre a los turistas por ver la Plaza de España, sino que haya que vallarla para protegerla de los sevillanos
Yo fui uno de esos románticos que cuando llegó el cine de pago se negaba a pasar por taquilla. En el cine sí, porque se trata de una sala de espectáculos privada a la que uno acude voluntariamente, pero objetaba a tener que pagar por ... ver en el salón de mi casa unas películas que yo no elegía. No me suscribí nunca a Canal +, la avanzadilla de la televisión paganini, pero el pay per view se fue normalizando en la sociedad de consumo como un gasto más en la intendencia doméstica. Hoy abono tres plataformas digitales de contenidos televisivos que prácticamente no utilizo.
Pagar por aquello que la gente quiere ver es algo consustancial en las sociedades modernas. Ocurre con el cine, el teatro, la pintura, la literatura, la música, el deporte o la información. Excepto los atardeceres desde la playa de Zahara, que todavía son gratis, no recuerdo ningún espectáculo que no cueste dinero. El patrimonio no es una excepción, y ya es difícil encontrar una capital europea que no cobre por sus atractivos turísticos, aunque se trate de espacios naturales o concebidos para el disfrute público. Hay que pagar por entrar en el Foro de Roma, en el Parque Güell de Barcelona o el Vigeland Park de Oslo, por citar tres ejemplos a bote pronto. El pasado junio me cobraron en Islandia por visitar la boca de un volcán o por ver resoplar a Strokkur, un famoso geiser situado enmedio de una colina. También me cobraron seis pavos, y me parece mucho más escandaloso, para acceder a los servicios del Harpa Center de Reykjavík en plena crisis estomacal, pero permítanme no entrar en detalles porque aquella incidencia queda entre las paredes del WC y yo. La cuestión es que con la popularización de los vuelos el turismo ha dejado de ser un privilegio elitista para convertirse en una actividad de masas, y parece lógico que las ciudades cobren dinero a los visitantes por conocer un patrimonio sometido a un estrés ocupacional importante y cuyo mantenimiento supone un alto coste para las arcas públicas.
La decisión del Ayuntamiento de cobrar a los turistas por visitar la Plaza de España puede percibirse como la mercantilización de un espacio que pertenece a los sevillanos, pero es una medida plenamente acorde a los usos del turismo actual. No creo que el debate sea si se debe cobrar por ver un monumento capital en la ciudad, sino la forma de hacerlo. Venecia no vende entradas para la Plaza de San Marcos ni Milán para la Piazza del Duomo, y prefieren cobrar sustanciosas tasas a los turistas. Pero en Sevilla hay que recurrir a la reja, como en tantos otros espacios de la ciudad. El problema no es que se cobre a los turistas por ver la Plaza de España, sino que haya que vallarla para protegerla de los sevillanos. El vandalismo recurrente hace inviable cualquier solución que no sea el acotamiento físico del recinto. Me gustaría haber oído alguna queja por los constantes destrozos a tanta gente que ayer se rompía la camisa defendiendo la integridad de la obra de Aníbal González.
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