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Puntadas sin hilo

Oda al mosquito autóctono

Quedan pocos mosquitos y cobardes, tanto que se han dejado comer la tostada por el del Nilo, que protagoniza ahora nuestros temores estivales

Manuel Contreras

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En los veranos modernos apenas hay mosquitos. Mosquitos de verdad, como los de antes, de esos que te veías venir con la trompa en ristre como Manuel Escribano entrando a matar un toro. Ya no hay esas bandadas de mosquitos que obligaban a la familia ... a recoger la mesa y meterse corriendo en casa. El Aután ha desaparecido de la mesita de la salita y está postergado en el fondo de algún armario, junto a la mercromina y los parches Sor Virginia, porque ha dejado de ser imprescindible en el atardecer. El repliegue de aquellos batallones de mosquitos, cautivos y desarmados, se puede interpretar como un símbolo de progreso, pero yo echo de menos aquellos insectos temibles que amenazaban la integridad física. Aquellos mosquitazos hubieran organizado una juerga flamenca alrededor de esa velita de citronela con la que hoy en día neutralizamos cualquier ataque de los culícidos. Quedan pocos mosquitos y cobardes, tanto que se han dejado comer la tostada por los foráneos del Nilo, que vinieron de turistas y se han hecho con la campiña sevillana sin necesidad de vuelos baratos ni AirB&B para protagonizar ahora nuestros temores estivales.

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