Puntadas sin hilo
La nueva emigración
El éxodo de los setenta producía lástima y la de ahora envidia, pero ambas descapitalizan a Andalucía
Pertenezco a una generación de andaluces que ha vivido a caballo entre dos ciclos migratorios, el de nuestros padres y el de nuestros hijos. Dos flujos radicalmente diferentes pero que plantean el mismo problema, la pérdida de activos laborales. Mano de obra que da lo ... mejor de sí fuera de su tierra. El factor que marca la diferencia entre un ciclo y otro es la formación. En los años cincuenta y sesenta los emigrantes no tenían más activo que sus manos y el sudor de su frente, mientras que ahora el currante que trabaja en el extranjero es mayoritariamente personal cualificado que habla varios idiomas y que busca un mejor horizonte profesional. Pese al abismo que separa ambos ciclos migratorios, el problema de origen es común: la incapacidad de Andalucía para retener a sus activos laborales.
El informe que reveló ayer el compañero Javier Alonso en estas páginas -de papel o digitales, según gusten- recoge que en la última década se ha incrementado un 47 por ciento el número de andaluces que reside en el extranjero. Hoy son más de 327.000 personas, aunque esta cifra incluye a segundas y terceras generaciones de los protagonistas de aquel primer éxodo del franquismo. Más definitorio de esta segunda emigración es el dato de las 117.336 personas que nacieron en Andalucía y han abandonado el país, mayoritariamente en edad laboral. Es una emigración de menor impacto social, porque si los primeros que partieron inspiraban lástima, estos provocan más bien envidia. La fotografía del cabeza de familia en la estación de tren con una maleta cerrada con una guita partiendo hacia Francia o Alemania ha sido sustituida por la del joven en el aeropuerto con el ipad, pero no olvidemos que ambos fenómenos suponen una descapitalización de Andalucía.
Gracias al desarrollo que trajo la democracia y a la razonable eficiencia del modelo autonómico Andalucía ha pasado de generar mano de obra barata a cualificada, pero el gran reto en esta sociedad global es poder amarrar el talento. La Junta ha dispuesto para ello incluso un programa especifico, el Plan de acción para el retorno de la población andaluza en el exterior, pero poco podrá hacer mientras no tengamos un buen puñado de empresas compitiendo en la primera línea los sectores estratégicos de la economía moderna. El problema es que el empresariado autóctono no ha evolucionado al mismo ritmo que los profesionales, de forma que tenemos jóvenes preparados para pelear un puesto de trabajo a un alemán o un japonés pero no compañías ubicadas entre las firmas que contratan a estos profesionales.
En los años setenta Josele popularizó un sketch televisivo en el que intentaba convencer a un emigrante en Alemania de las bondades de nuestro país, y terminaba con la frase 'Vente pa España, tío'. Con nuestro actual tejido empresarial, me temo que la Junta de Andalucía no tiene muchos más argumentos que los del bueno de Josele.
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