Puntadas sin hilo
La nueva clase media
En España ya se considera rico a quien ha estado toda su vida partiéndose el lomo para poder comprar una casa
El gran éxito del advenimiento de la democracia fue la creación y consolidación de una clase media. Las cuatro décadas de franquismo promovieron una recuperación económica que no se tradujo sin embargo en una homogeneización social, por lo que en los setenta España seguía siendo ... un país en el que una minoría acumulaba grandes riquezas –en Andalucía vinculadas básicamente a los latifundios agrarios– mientras la mayor parte de la ciudadanía vivía con lo justo. La emigración era una opción recurrente, el pluriempleo era una práctica habitual y muchas parejas de recién casados vivían en casa de sus padres. El desarrollismo del tardofranquismo y de los primeros años de la democracia empezó a configurar una clase media que se consolidó en los años ochenta gracias al boom inmobiliario, la creciente industrialización y el auge del turismo. España fue acompasando su modelo de sociedad al europeo, con una amplia clase media conformada por funcionarios, profesionales liberales y trabajadores autónomos que vivían sin apuros económicos y con comodidades razonables.
Ha dicho ahora la vicepresidenta María Jesús Montero que el Gobierno no va a subir los impuestos ni a los pobres ni a la clase media, dando a entender por exclusión que la presión fiscal recaerá únicamente sobre los ricos. El problema es que la horquilla de los ricos ya incluye a lo que hasta ahora hemos considerado clase media, es decir, aquella parte de la ciudadanía que tiene atendidas sus necesidades básicas –vivienda, ropa, coche...– con un endeudamiento razonable. Y, por el contrario, la nueva clase media es un sector cada vez más amplio de la población que no puede soñar con comprarse una vivienda y que apenas puede pagarse un alquiler.
La estrategia del Ejecutivo de Sánchez es más antigua que el hilo negro. Es el clásico discurso populista que se ha ido imponiendo en América Latina a medida que se iban arruinando los países. La historia es siempre la misma: bajan los sueldos, crece la presión fiscal y el Gobierno justifica la subida masiva de impuestos alegando que lo pagan solo los ricos. Pero no, no pagan los ricos. Rico es quién le sobra el dinero porque vive de las rentas, pero no quien ha estado partiéndose el lomo toda su vida para poder pagar una casa y dar una educación digna a sus hijos. Gente sin cochazos, sin casa en la playa, sin cuentas en Suiza ni dinero en mercados financieros, que sigue dependiendo de su trabajo y que necesita hacer muchas cuentas para cuadrar los gastos a fin de mes.
El problema de fondo es el progresivo empobrecimiento de un país en el que los sueldos cada vez son más bajos y la cesta de la compra cada vez más cara. Se esconde esta realidad tirando de demagogia, llamando ricos a lo que siempre ha sido la clase media trabajadora. Y lo hacen precisamente quienes permiten desde el poder el enriquecimiento ilícito de una banda de delincuentes a costa de las arcas públicas. Lo dicho, ya está todo inventado.
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