PUNTADAS SIN HILO
Abueletes revolucionarios
Fueron estudiantes y les fue mejor en manifestaciones que en los exámenes
Algunos de los líderes estudiantiles de la acampada pro-Palestina de la Universidad de Sevilla corrieron delante de los grises. Entre la muchachada que se ha apostado en alegre convivencia sobre la hierba del Rectorado destacan varios sujetos que no han tenido que pedir permiso ... a sus padres para participar en la protesta. Los han podido ver en las ruedas de prensa: activistas puretones que hablan de la universidad como si fuesen adolescentes, aunque hicieron la EGB. Comparten el entusiasmo antisemita de la chavalería, pero les delatan las greñas canosas, la trabajada barriga cervecera y unas arrugas que apuntan a remotas movilizaciones por la amnistía (la de los presos del franquismo, no la de los golpistas catalanes, que también). Indago entre las fotografías que llegan a la redacción porque tengo la intuición de que por alguna parte, entre las tiendas de campaña de Decathlon, tiene que haber una bolsa de polipiel con cremallera y el logo de Argentina'78, pero todavía no la he encontrado.
Desconozco la naturaleza de la vinculación de este personal maduro con los colectivos estudiantiles. Considero poco probable que sigan siendo universitarios, por mucho que en las últimas décadas hayan dedicado más esfuerzos a cambiar el mundo que a terminar sus carreras. La estampa del activista cuarentón, pañuelo palestino al cuello, sentado con su bloc de anillas entre adolescentes con portátiles y peinados mohicanos compondría un anacronismo romántico demasiado hermoso para ser cierto. Supongo que algún día fueron estudiantes y les fue mejor en las manifestaciones que en los exámenes. Quedarían vinculados de alguna forma a los movimientos reivindicativos de la extrema izquierda y siguen ahí, sentándose en las comparecencias informativas junto a chavales que podrían ser sus hijos.
Más de uno habrá echado ya cuentas de lo que le queda para la jubilación, pero siguen asistiendo a las asambleas de estudiantes y participando en acampadas que les hacen rejuvenecer treinta años, en las que leen poemas palestinos y participan en talleres para combatir el heteropatriarcado. Por la noche, sentados en círculo y mientras se pasan el canuto, hablarán de la Brigada Político Social y contarán con todo lujo de detalles el día que durmieron en los calabozos de la Gavidia mientras los chavales escuchan reggaeton en sus ipods.
La presencia de estos abueletes revolucionarios en la movilización universitaria echa por tierra la esencia juvenil de estos movimientos reivindicativos. A nadie se le escapa que las organizaciones estudiantiles son terminales de unas estrategias que no se deciden en las asambleas de la facultad, sino en los despachos de partidos políticos, desde donde se manda a veteranos para pastorear la protesta. Para estos cuarentones debe ser una ilusión el momento de anunciar en casa que se marchan al campamento universitario en el que la juventud revolucionaria se solidariza con Gaza.
–Vale cari, pero no olvides llevarte el enalapril.
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