TRIBUNA ABIERTA
¿A quién le importa el futuro?
Ya aquí arrimo el ascua para pontificar que las más frecuentes predicciones tienen contenido económico, aparte de las advertencias milenaristas que pronostican el fin del mundo, el apocalipsis o la destrucción mutua asegurada
Y la paradoja estriba en que tanta gente se dedique a la prospectiva (tecnicismo para la profecía) y sin embargo en la realidad reine el cortoplacismo, 'carpe diem', aquí te pillo aquí te mato, que nos quiten lo 'bailao', tente mientras cobro, y estoy seguro ... de que usted, yo también, tiene varias recetas para superar esta contradicción pero no dejo de preguntarme por qué se dedican tantos recursos a conocer 'lo que va a pasar' cuando importa tan poco, según se refleja en las acciones para evitarlo o transformarlo, aunque ya me adelanto y como usted digo que la explicación por defecto es echarle la culpa a la jodida incertidumbre que aconseja lo del pájaro en mano y los ciento volando, y que la exigencia de inmediatez, la impaciencia, no es patrimonio de esa actualidad que cada generación considera rotundamente nueva y propia sino que viene de lejos, pongamos que del Neolítico o de la Ilustración al menos, pero por agarrarme a un clavo ardiendo sostengo que el proceso se acelera hogaño quizá de la mano (del motor o 'driver' dicen) de la tecnología, subespecie de la digitalización o de la inteligencia artificial, porque la profecía y sus variedades conceptuales e instrumentales son obsesión ancestral y traigo a la memoria la ejemplar metáfora de las vacas gordas y las flacas tan útil para José, el del Faraón y (ahora me viene a las mientes) la de Banquo pidiendo en 'Macbeth' a las brujas que, si saben qué grano fructificará y cuál no, se lo digan, supongo que para acumular y especular, y ya aquí arrimo el ascua para pontificar que las más frecuentes predicciones tienen contenido económico, aparte de las advertencias milenaristas que pronostican el fin del mundo, el apocalipsis o la destrucción mutua asegurada, herramientas de miedo con éxito previsible, pero cuyo fracaso puntual en fecha y modo no enmienda su repetición y efectos colaterales, que en esto resulta de mucha impostación y prestigio la alusión a Keynes, gran inversor bursátil y eficaz en analogías (evoco la del concurso de belleza 'beauty contest' como funcionamiento del mercado de valores), de quien alguna izquierda echa mano a falta de un Marx que llevarse a la boca, y que afirmaba contradictorio aquello de que 'in the long run we are all dead', a largo plazo todos criando malvas, ergo 'a vivir que son dos días', evidencia mostrenca que no nos tranquiliza ni reorienta, y añade el de Cambridge que a lo más que llegamos los economistas es a garantizar que después de la tempestad viene la calma, claro que mis amigos matemáticos, a los que sigo en sus aventuras tautológicas y en sus inferencias estadísticas, me espetan que la ciencia o es predicción o no es ciencia, entonces arguyo, con Bunge, que en economía se diferencian las leyes, que son pocas, de las tendencias que son volátiles y que además es una ciencia social lo que significa inexacta pero apasionante e imprescindible, sin método propio ni autoaseante, eso sí, exigente de la observación aunque sea participativa lo que nos lleva a la sociología y a las encuestas, otro mundo de inexactitudes y círculos viciosos reflejados por la anécdota de los apaches que recogen leña porque el servicio meteorológico predice que hará un frío invierno y a la vez informa a los ciudadanos de que helará porque los apaches están recogiendo leña, no es lo que tratan de hacer las encuestas electorales y sus 'cocinas' en busca de profecías que se autocumplan pero se le parece mucho, aunque resulta que hay quien acierta, quien gana a la lotería, quien es afortunado en el juego, quien predice con rigor y fortuna, como mi meteorólogo favorito a quien habían entrenado con las previsiones de los nazis sobre el cielo del Canal de la Mancha y decía que tres días antes lo clavaban, así, volvamos a inquirir que una vez que se adivine el futuro se trataría de impedirlo o modificarlo (paradoja al canto), misión imposible para los políticos que compran trenes que no caben en los túneles, submarinos que resultan pequeños para sus tripas o normas donde se odia el delito pero favorece al delincuente mientras se llenan la boca con sostenibilidades, justicias sociales y presuntos éxitos financieros, sin embargo, los capitalistas se preguntan cuál puede ser el plazo de recuperación de su inversión en tanto capricho insolvente, así que reclaman fondos públicos y los estados son felices al verse engordados, adjudican al individuo el consumo trivial, que ya del ahorro para la salud y educación futuras se encarga el Leviatán inimputable que no teme al déficit y no piensa pagar la deuda. Y que el futuro le importa un carajo.
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