TAL VEZ FELICES
El odio
Imbécil, dicen a la mínima los que con paciencia esperan el error
El odio existe. Seguramente surgió inmediatamente después del amor, cuando este se fragmentó tras una zancadilla. Quizá estuvo antes de la inocencia, en el corazón ajado de las cosas más recientes. Su máxima dimensión, sin embargo, es algo mucho más nuevo. El más viejo de ... todos los odios, ese que parte de lo irracional, se ha extendido como la pólvora por las redes sociales, y ahí se contiene y se desata, vomita, crece y levita antes de terminar su deflagración. La gente celebra la desgracia ajena. Qué digo: la espera a hurtadillas. Con ansias. Se manifiesta directamente a favor de que te mueras. Insulta al desconocido. Ríe virtualmente a carcajadas con muchos emoticonos, para que se entienda lo hiperbólico del deseo. En estos momentos hay quien brinda por las cancelaciones de los conciertos del Soto porque está en las antípodas de su pensamiento. Aplauden la eliminación de la parrilla televisiva de un programa que no veían, cuando una serie no funciona en antena, cuando un artista no vende demasiados tickets... Todo se aplaude. Que se jodan, dicen. Parece como si la hijoputez contenida durante siglos hubiera reventado en espacios como Twitter. Unos «buenos días» de Anabel Alonso, actriz que dice muchas tonterías, para qué nos vamos a engañar, desencadenan una ristra de insultos. Hay quien desea que Rosalía se parta una pierna; o escribe que lo desea, que no es exactamente lo mismo. Cualquier comentario acerca de política, religión o fútbol, eso que nunca se debió compartir con extraños, prende la llama. Pero también generan odio asuntos mucho más livianos. Imbécil, dicen a la mínima los que con paciencia esperan el error. Te lo mereces, se entiende. Lo virtual es un disparo que parte huesos cada día. En Tiktok hay un chico que comparte sus canciones favoritas, Oscar Giménez, y lo tildan de cabrón para arriba por razones inofensivas. Disculpe, lector, tanta palabra malsonante. Vengo de Twitter con los ojos manchados de rabia y salgo porque esa nueva expresión del odio, la digital, no se encuentra en la realidad. La gente sigue siendo educada ahí fuera. Insulta a la espalda o tras la pantalla, pero nunca de frente por nada.
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