TAL VEZ FELICES
Un nuevo andalucismo
Detrás del acento no hay mucho más
Las líneas ideológicas, en su dimensión más superficial, tienen algo de gafas Ray-Ban y pantalón de Levi's. Cada cierto tiempo, vuelven. El andalucismo que antaño representaba el PA no encontró su espacio en el espectro; al menos, no en el seno de un ... único partido con notable base social. Sin embargo, ese andalucismo moderado quedó deglutido en las ideas de otras formaciones. Especialmente, las del PP de Moreno Bonilla, que se apropió el asta de la bandera. Lejos de este surge otra corriente algo exacerbada, aunque mucho más en la cáscara. Se distingue por forzar el acento fuera de su frontera y contemplarse el ombligo tanto que a punto está de darse la vuelta y convertirse en reversible.
Va en la línea de un sistema ortográfico no oficial que se creó en 2018, el denominado 'Êttandâ pal andalûh'. Cuenta con algunos historiadores, grupos de música y seguidores varios que reivindican su raíz en Al-Ándalus. Soslaya otros períodos históricos, pero Al-Ándalus, encontrada con otros vértices del mundo contemporáneo, es el origen de todo. El flamenco no es un arte del siglo XIX, como apunta la flamencología tradicional, sino un canto árabe. Y así todo. ¡No somos Europa! ¡Itálica es mentira!
Esta corriente a la que me refiero, por enfocar mejor y no caer en lo injusto de toda generalización, es la que se suma a la ideología desde un prisma más festivo que intelectual. Se mueve por emociones. Confunde izquierda con diversión, pero tras el acento no tiene mucho más. Parte del complejo. Andalucía es lo mejor porque mírala. Con cierto cainismo, ha renacido este andalucismo joven de ideas atávicas que pone el foco en lo malísimos que fueron los Reyes Católicos y se pronuncia poco sobre la tasa de desempleo. Pinta graffitis como el de «Êccribe n'andalûh manque çea por molêttâh», que se viralizó en redes. Incluso ha traducido 'El Principito' a esa maraña de palabras de difícil comprensión, poniendo en práctica el surrealismo en el Parlamento. No es la Andalucía de Pemán ni de Lorca, sino la que de pronto brinda por lo almohade como algo marginal y enfrentado con una cañita de cerveza de alcohol europeo entre los dedos. Orgullosa no sabe de qué.
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