Tribuna Abierta
No puede ser
Si el PSOE no reacciona, el hundimiento de Sánchez, que llegará, lo arrastrará sin remedio, tal como ocurrió en Grecia, en Italia o en Francia
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«No puede ser», contestó el hoy marginado líder socialista madrileño Juan Lobato a las exigencias que se le hacían desde la Moncloa para que utilizara los mensajes, filtrados ilegalmente sobre las relaciones de un particular con Hacienda, para atacar a una adversaria política que ... Sánchez, obsesivamente, persigue sin miramientos.
Si hace seis años, cuando Sánchez derribó a Rajoy, en nombre de la decencia y en contra de la corrupción, nos hubieran dicho que veríamos lo que estamos viendo, la reacción general hubiera sido también un «no puede ser». Y sin embargo, está siendo: Sánchez está hiriendo de muerte al Estado de derecho, entre el escándalo de los medianamente informados, la analfabeta complacencia de los mas fanáticos doctrinarios y el coro mediático que repite como un papagayo, a cambio de su buena retribución, las consignas que muy de mañana se distribuyen desde los aledaños del poder sanchista.
En la España de hoy el presidente presume de poder gobernar a espaldas del Parlamento, se colocan en órganos institucionales a quienes se niegan a acatar la Constitución o a quienes presumen de que «los españoles les dan asco», las leyes las redactan los delincuentes, los fiscales no controlan el cumplimiento de la ley sino ver la manera de burlarla, el Gobierno dicta decretos en contra de lo aprobado por el Congreso y el presidente presume de ir a entrevistarse con un prófugo de la Justicia para que le permita seguir en la Moncloa. Estas y otras muchas perlas son un exponente fiel del verdadero fango en que Sánchez ha convertido la política nacional.
Del presidente del Gobierno se pueden decir muchas cosas y, por desgracia, pocas buenas. Si de verdad el ciudadano percibiera esa idílica situación económica de la que presume, no seguiríamos encabezando el índice de paro de la Unión Europea, ni seríamos líderes en riesgo de exclusión social y de pobreza infantil, ni los índices de productividad rondarían los sótanos en su comparativa con nuestro entorno, ni la deuda acumulada nos situaría a la cabeza de nuestros socios. Todo el mundo sabe lo que es vivir de prestado, salvo los que en su vida han dado un palo al agua. Los que trabajan y los emprendedores saben que todas las deudas vencen y los plazos llegan. Y cuando eso ocurre y se ha dilapidado el dinero de manera improductiva el país está al borde de la quiebra, como le ocurrió a Zapatero, maestro de Sánchez en populismo, que presumía de estar en la Champion League de la economía europea y tuvo que congelar las pensiones, rebajar las retribuciones a funcionarios y tomar medidas y recortes que evitaran el colapso y la intervención de nuestra economía.
La mitología griega identificaba a Narciso como un joven con apariencia bella, hermosa y llamativa. De ahí deriva el término narcisista que se atribuye a quien tiene un sentido exagerado de su yo personal y su falta de empatía por otras personas. Los expertos en la materia, de forma prácticamente unánime, coinciden en calificar a Sánchez como un narcisista, carácter que padecen quienes le rodean que han de soportar los gritos de sus cambios de humor, cuando las cosas no salen como quiere, y de los cuales prescinde sin el menor gesto de afectación personal.
Lo que no podía ser está siendo, y una gran responsabilidad la tienen quienes piensan que Sánchez es de los suyos, cuando los más informados de los suyos advirtieron del riesgo que para España y para su propio partido supondría que llegara al poder. El rechazo que Sánchez provoca, y que le impide pisar la calle sin que se acordone sin miramientos la zona de su periplo, es una aversión social a su persona, no a su ideología. Entre otras cosas porque su trayectoria acredita que no la tiene. Por ello es incomprensible que los socialistas no reaccionen ante el daño que hace a la doctrina socialdemócrata, de la que se sirve pero no practica, mientras se entrega a un populismo frentista e irresponsable de visión cortoplacista.
Si el PSOE no reacciona, el hundimiento de Sánchez, que llegará, lo arrastrará sin remedio, tal como ocurrió en Grecia, en Italia, en Francia y en tantos otros sitios donde el partido socialista se convirtió en una fuerza marginal. Aunque algunos piensen que eso en España no puede ser, será. Porque aquel PSOE que supo dialogar, que buscó y encontró, desde la serenidad, cauces de entendimiento con el otro gran partido que, juntamente con el, representaba a más de las dos terceras partes de los españoles, no es el de la actual deriva que ha decidido romper los consensos básicos que evitarían el triunfo de la discordia en la que estamos inmersos.
El seguidismo a ultranza, sin más norte que la conservación del poder, es un mal camino para el futuro de un país. El canciller Francis Bacon ya advirtió de que las conductas, como las enfermedades, se contagian de unos a otros, y ello genera seguidismos personales como el sanchismo, una gestión del interés general sin más guía que la impuesta desde una voluntad personalísima sujeta a reclamaciones espurias, como la última lanzada por el prófugo de Waterloo que le ha advertido de que sin pacto de secesión no habrá normalidad en Cataluña. Hasta esa degradación han conducido sus constantes cesiones que ofenden al principio del bien común en que debe inspirarse todos buen gobernante. Como dijo Antonio Gala «los privilegiados arriesgarán siempre su completa destrucción antes que ceder una mínima parte de sus privilegios». Tome nota el partido socialista porque quien se entrega a intereses parciales está cavando la fosa de su propia existencia.
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