tribuna abierta
Entre el cianuro y el botín
Las tragaderas de la izquierda populista que hoy circula por las áreas del poder explica el silencio ante los atentados que, sin cesar y sin rubor, el sanchismo viene prodigando al Estado de Derecho

¿Qué estaríamos viviendo si gobernara el PP y hubiera colonizado la Fiscalía, si la esposa del presidente hubiera convertido el palacio de la Moncloa en su centro de negocios, si se hubiera creado un puesto ad hoc para su hermano, si su mano derecha ... en el partido y en el Gobierno fuera objeto de un suplicatorio para enjuiciarlo por corrupción, si se hubieran resucitado hechos lamentables de la Guerra Civil para tensionar a la sociedad, si se hubieran indultado y amnistiado a delincuentes a cambio de sus votos y, para salvarse de la quema judicial, si se presentara una proposición legislativa para silenciar a la acusación particular violando un derecho constitucional? Sin duda que habría una movilización continua, trepidante y radicalizada de todas las fuerzas políticas y sindicales de izquierdas, esas que hoy guardan silencio agradecidas sin duda por los abrevaderos que Sánchez les facilita por su servicial y bien remunerado compadreo.
Un hermano del presidente Aznar declinó el derecho a ocupar un determinado puesto en la Administración, que le correspondía por escalafón, ante las protestas y el cerco de resentidos al que fue sometido. Gracias a la acción popular, el escándalo de la Gürtel llevó al banquillo y fueron condenados prebostes vinculados al PP. Y gracias también a la acción popular, la infanta Cristina compareció en sede judicial como un ciudadano más y su hoy exmarido fue condenado con penas de prisión. El Gobierno del Partido Popular, en estos y en otros muchos casos, no realizó ninguna iniciativa para frenar la acción de la Justicia.
Las tragaderas de la izquierda populista que hoy circula por las áreas del poder explica el silencio ante los atentados que, sin cesar y sin rubor, el sanchismo viene prodigando al Estado de Derecho. En una prueba más de su egoísmo, las burguesías vasca y catalana están aprovechando la situación para obtener beneficios, ignorando que la coyuntura de ahora se lo permite pero jugando con fuego porque la deriva se acerca cada vez más a un régimen autoritario del que, de mantenerse solo pendientes del provecho de hoy, se lamentarán de los daños que ese populismo sin límites les producirá en el futuro.
Que Sánchez ha engañado a los españoles no ofrece ninguna duda. Cuando se obtienen beneficios del engaño, de la mentira, del timo o del fraude suele decirse que el beneficiario se está cobrando el botín. Los piratas que tenían el respaldo de un gobierno gozaban de una patente de corso, de ahí su nombre de corsarios. El sanchismo se ha convertido en una especie de piratería que, amparada por el control de todos los resortes del Estado, gestiona el interés general en su único y exclusivo beneficio. Y la verdad es que resulta muy generosa en el reparto del botín, como bien saben los sindicatos y esa cohorte de la sinfonía sincronizada, tan disciplinada y servil, cuyos miembros van copando instituciones públicas, consejos televisivos y gabelas múltiples a mayor gloria de su amo.
Para obtener la ventaja del botín o del privilegio se necesitan colaboradores con escaso sentido de la ética. Por ello resultan escandalosas las tragaderas de altos cargos, ministros incluidos, que dicen una cosa y la contraria tres minutos después de que lo haya hecho el líder supremo. La compra de votos a filoetarras, populistas, secesionistas y golpistas no ha sido suficiente para saciar las ansias de poder de quien dice liderar una coalición progresista, cuando en realidad preside un casino de intereses. Un casino cuyo crupier sigue las estrictas instrucciones del puto amo, según expresión de los propios ordenanzas. Ya veremos las estridencias de la vicepresidenta Montero para casar su servidumbre sanchista con los intereses andaluces, esos que ha traicionado sin rubor y que hoy quiere comprar con la misma desvergüenza que los viejos caciques.
Un gobernante arbitrario como Sanchez está empeñado en consagrar la impunidad de las fechorías que adornan a su entorno, privilegiando insumisiones y castigando el principio de igualdad y la división de poderes. Dar la tabarra con el tema de Franco es una malévola vulgaridad en cuya trampa solo pueden caer quienes, inconscientemente, le hacen el juego. Y ahora esta aberrante proposición «para hacer frente al acoso derivado de acciones judiciales», cargándose la acusación popular y aplicando retroactivamente la amnistía a sus parientes encausados, es la prueba más palpable de que Sánchez y democracia son términos incompatibles.
Para cobrar el botín del poder, pudriendo las instituciones democráticas, el sanchismo no tiene límites. Tal como consta en sede judicial, tras filtrarse la nota entre fiscales «con destino a Presidencia del Gobierno» desvelando un secreto profesional por el que están investigados, les hubiera gustado «meter un poquito de cianuro». Es lo que ocurre cuando el único principio es proteger al jefe que, también sospechosamente, cambió de teléfono. Había que defender el botín a capa y espada, incluso con cianuro, prostituyendo así la obligación de velar por el cumplimiento de la ley. Lamentablemente Sánchez está polarizando a un país que fue ejemplo de convivencia y tolerancia. El botín para ellos y el cianuro para nosotros. Ese es el muro que ha construido.
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