TRIBUNA ABIERTA

Sevilla, unidad de medida

Para medir la extensión de ciudades nuevas, el uso de Sevilla como unidad es legítimo, sí, e indica algo muy hispalense: pensar que toda la humanidad conoce la urbe, sus distancias y su superficie

No estoy hablando poéticamente. No acompaño con la lira el nostálgico cantar a las musas y al río. Si digo que Sevilla es una dimensión es porque así lo revelan nuestros textos antiguos escritos en español. Sevilla ha sido usada como como una magnitud, una ... unidad de medida disponible para ser aplicada a conveniencia.

En una carta dirigida al rey Felipe II, el padre Francisco Manrique le cuenta que ha estado en la ciudad china de Cantón y que es «más grande que dos Sevillas». La misiva, que se conserva en el Archivo General de Indias, anunciaba ya lo que en el siglo XXI han constatado los geógrafos: la vieja Cantón es hoy la región más poblada de la Tierra y aquel sacerdote agustino que escribía al rey la dimensionaba a partir de Sevilla. No fue el primero, no fue el último.

En 1457, el sevillano Pero Tafur escribe sobre sus andanzas y viajes por el mundo y dice de la ciudad de Caffa (hoy Feodosia, en una Crimea en guerra, disputada entre Ucrania y Rusia) que esta era «tanto y medio más que Sevilla». Pongo un ejemplo más: navegando deslumbrado por la costa de México a inicios del siglo XVI, el capellán Juan Díaz escribió en sus notas que divisaba «un gran pueblo que visto desde el mar no parecía menos que Sevilla».

Dos Sevillas, Sevilla y media, menos que Sevilla... la ciudad circulaba en los textos antiguos como una unidad de medida escalar, expresable mediante proporciones. Para medir la extensión de ciudades nuevas, el uso de Sevilla como unidad es legítimo, sí, e indica algo muy hispalense: pensar que toda la humanidad conoce la urbe, sus distancias y su superficie. Pero el caso es que el uso salió del empleo de los sevillanos y llegó a las gramáticas y los libros de texto sobre lengua española. Este ejemplo que les traigo es curioso. Unas décadas antes de que se generalizase el sistema métrico decimal, la Real Academia Española advertía en su Gramática de 1821 sobre el uso de nombres propios en plural: «no repugna al buen uso de la lengua decir que Madrid tiene tanta gente como dos Sevillas o que el Tajo lleva más agua que dos Pisuergas». En la RAE aprovecharon la oportunidad para elogiar el tamaño de la capital, pero el ejemplo escogido se les volvió en contra: un manual de español como lengua extranjera copieteó y tradujo de mala manera la gramática de la Academia. El librito A Practical Method of Learning to speak correctly the Castilian Language (1828) se imprimió con el aviso de que en español los nombres propios no tienen plural salvo en frases como «Madrid has as many inhabitants as the two Sevillas» ('Madrid tiene tantos habitantes como las dos Sevillas') haciendo emerger a una segunda Sevilla que, unida a su gemela, igualaba a la capital madrileña. Lo mejor de estar en una gramática oficial es que de ella nacen muchas gramáticas pardas.

Hasta lo más difícil se puede medir, todo se tasa. Las unidades de medida regulan una magnitud física y se adoptan por convención. Hoy medimos la potencia de la electricidad en vatios y la velocidad del viento en nudos, la resistencia eléctrica se tasa en ohmios y el kilogramo mide la masa. Hubo quien contó los kilómetros cuadrados en Sevillas. Pero me parece que Sevilla como unidad de medida es muy poco fiable, no porque crezca y, por tanto, se redimensione, sino porque resulta sospechosa de ser una unidad de medida inestable y voluble.

Los sevillanos tendemos a trucar la medida cuando gestionamos nuestra ciudad, como quien deposita piedras en la balanza o trapichea con los calibres. Esta ciudad tan vieja y tan inconstante lleva décadas recalibrando y redimensionando (normalmente, hacia el crecimiento multiplicativo) todo lo propio. ¿A cuánto equivaldría una Sevilla como unidad de tiempo?, ¿a dos cuaresmas?, ¿a lo que duraba la Feria corta de antes o a lo que dura la Feria larga actual? ¿A cuánto equivale una Sevilla si lo que medimos es la tranquilidad en el paseo urbano? ¿A cuarto y mitad de veladores, a lo máximo que se despache en cabalgatas, a la mitad de procesiones extraordinarias? ¿A cuánto sale Sevilla como unidad de lectura? ¿A un tercio de librerías cerradas?

Muchos de nuestros problemas son parecidos a los de las grandes capitales europeas, pero otros se podrían solucionar empezando a redimensionar las cosas. Es paradójico que Sevilla haya hoy perdido todo el sentido de la medida y que, habiendo sido unidad de medición, sea hoy una ciudad desmedida.

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