TRIBUNA ABIERTA
Sevilla sin Sevilla ni sevillanos
Quien se siente de Sevilla se tatúa a Sevilla en su nombre artístico: lo hizo este Hispalensis hace cinco siglos. Lo hizo la amable Carmen Sevilla, que en paz descanse, cuyo nombre real era el de miles de mujeres en España
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«¡Traigamos al sevillano!». Esta debió de ser la frase dicha hace 450 años. El sevillano en cuestión trabajaba en Ávila y el conflicto se había generado con Salamanca, que reclamaba para sí a cierto maestro de capilla hacedor de un magníficat excelente para el ... coro de la catedral. La disputa de la que les hablo se saldó a favor de Salamanca pero por la vía de los hechos, más que de la jurisprudencia. El músico por el que ambas ciudades porfiaban se escapó secretamente de Ávila, donde vivía, y se marchó a Salamanca a ejercer. Si les hablo de este músico en liza es porque era marchenero, se llamaba Juan Navarro (1530-1580) y en su celebridad empezó a firmar con el apodo latino de su lugar de procedencia: «Hispalensis», el sevillano.
El coro de cámara Juan Navarro Hispalensis fue bautizado años antes de la Expo 92 por su director, Alonso Salas Machuca, que ejerció en Sevilla durante décadas su labor pionera de interpretación y difusión de la música de los siglos XV a XVIII, especialmente de la polifonía del Renacimiento. Salas, maestro ahora retirado, fue facilitador generoso de un espacio en Sevilla para que los jóvenes músicos se adiestraran en la música antigua; en el Juan Navarro Hispalensis iniciaron su oficio muchos cantantes e instrumentistas que hoy trabajan como músicos cuidando la polifonía de Cristóbal de Morales, Juan Navarro o Francisco Guerrero.
Quien se siente de Sevilla se tatúa a Sevilla en su nombre artístico: lo hizo este Hispalensis hace cinco siglos. Lo hizo la amable Carmen Sevilla, que en paz descanse, cuyo nombre real era el de miles de mujeres en España: Carmen García. No obstante, por ser coherente, lo más sevillano en Sevilla no es apellidarse Sevilla: la mayoría de los Sevilla no viven en Sevilla. En España se apellidan Sevilla unas dieciséis mil personas de primero y otras tantas de segundo. La estadística de los apellidos y nombres españoles nos señala que el apellido Sevilla lo tienen sobre todo, personas de las provincias del oriente peninsular: Ciudad Real, Jaén, Cuenca... La existencia de un apellido Sevilla tan claramente adscrito a una zona muestra un probable movimiento de población sevillana hacia esa área; es muy común que un apodo de procedencia se convierta en apellido. El exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla nació en Valencia, el campeón ciclista Óscar Sevilla nació en Albacete, como el humorista Ernesto Sevilla, que nos regaló tanto surrealismo en La Hora Chanante.
No busquen en Sevilla a los Sevilla, busquen a los Sevillano, un apellido que, de primero o de segundo, enseñan en su carné de identidad más de quince mil personas en España, de las que unas 80, incluso, se llaman Sevillano Sevillano, una especie de sevillanía al cuadrado. Los apellidados Sevillano se concentran en Zamora, Salamanca, Sevilla, Cádiz... Como ven, es un apellido que mira más al Atlántico que al Mediterráneo.
Entre el oriental Sevilla y el occidental Sevillano tenemos el mapa peninsular de nuestra ciudad en apellidos más o menos repartidos en bandas. Pero fíjense en dos singulares ausencias: no hay en España un apellido Sevillana... ni casi hay Sevillanos. Este apellido plural morirá en décadas: lo portan solo siete personas en nuestro país, las siete como segundo apellido.
Asunto distinto es que ustedes me digan, que cambiando mayúsculas por minúsculas, en algunas zonas de Sevilla tampoco quedan ya más de siete sevillanos entre la multitud de turistas y visitantes. Y eso lo sufro y confirmo, por ejemplo, cuando trato de desayunar en una cafetería del centro en un fin de semana, o cuando veo que la hermosa casa con patio junto a la que vivo y que lleva un tiempo a la venta va a terminar convertida en un hotel y que esto podría terminar sacándome del barrio donde siempre he vivido.
Aunque por motivos diferentes a los actuales, la Sevilla de Juan Navarro Hispalensis, una de las capitales del mundo del siglo XVI, debió de ser también, como lo es ahora, una urbe muy viva, con una población diversa en constante trasiego. Ahora, de seguir así, me pregunto si en los barrios más solicitados por el turismo llegaremos a gritar eso de «¡Traigamos al sevillano!» y recordaremos a otra cantante que se puso «Sevilla» de apellido artístico: Ángeles Moreno, apodada Lolita Sevilla, cantándole al Plan Marshall aquello de «Americanos, os saludamos con alegría», con una comitiva eufórica y bullanguera, que en nuestro caso se iría alejándose por una calle céntrica que se quedaría vacía, dejando a una Sevilla sin sevillanos.
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