tribuna abierta

Sevilla va al médico

La paciente no trae muchas ganas de hablar. Viene de pasar un trimestre extenuante: se le llenó de sillas y palcos la casa, montaje, desmontaje; luego le colocaron una parcelita de casetas con mucho trajín y después las portadas del Corpus

La ciudad entra y se sienta, con la dificultad de una vieja, ante el doctor que le va a hacer el reconocimiento. La atiende un profesional de bata blanca dispuesto a confeccionar una minuciosa historia clínica. El doctor, como es jovencito, sigue con bastante rigidez ... los pasos que le han dicho debe recoger toda anamnesis. La paciente no trae muchas ganas de hablar. Viene de pasar un trimestre extenuante: se le llenó de sillas y palcos la casa, montaje, desmontaje; luego le colocaron una parcelita de casetas con mucho trajín y después las portadas del Corpus. Verá usted, si yo disfruto con las fiestas, pero me dejan agotada; es poner, limpiar y recoger, se me va mucha energía. Es que no paro.

Nombre y apellidos, por favor. Nombre: Sevilla. Apellidos: pues, mire usted, tengo muchos: tartésica, turdetana, romana, visigótica, árabe, alfonsí, americana. Entiendo, señora, pero en el formulario solo caben dos: ¿pongo los dos primeros? No, ponga los últimos: soy la ciudad con los dos barrios más pobres de España.

El médico teclea. A ver, empecemos por sus antecedentes personales. Soy la hija del estereotipo franquista y la nieta de la industria decimonónica, tengo un máster de varias décadas en industria aeronáutica aunque no voy por ahí presumiendo. Soy la que le prestó la casa a los del 27, la que encerró a Cervantes en la Audiencia para que se fuera imaginando el Quijote; Luisa la Roldana me decoró las paredes y en el Parque Científico Tecnológico Cartuja doy casa a 567 empresas. Sí, soy muy famosa y también muy desconocida. El facultativo sigue tecleando. Dígame, antecedentes fisiológicos. Pues un río que antes me hacía sufrir mucho por sus crecidas, calor cada vez más acuciante. El doctor anota: dosis de sombra aconsejada, atención especial a los alcorques vacíos.

La ciudad se remueve en su asiento ante las preguntas relativas a hábitos. No fumo, pero tengo una antigua Fábrica de Tabacos hecha Universidad de Sevilla, donde ahora hay setenta mil alumnos matriculados. Sí, tengo otra fábrica de tabacos menos vieja pero ya en desuso. Será un hotel; hoteles hay muchos. Vicios no tengo salvo el de la hipérbole. Todo lo exagero; celebro el equivalente a varias Semanas Santas cuando ya ha pasado la Semana Santa; saco tantas cabalgatas que parece que hubo treinta reyes magos. El doctor la mira y aconseja: con esos factores metabólicos hay riesgo cardiovascular, el centro puede infartar.

Espere, no se siente, señora, que le hago la somatometría. El doctor mide y anota: índice de masa corporal, 684000 habitantes. El doctor murmura para sí: es complejo determinar su talla. Si se tienen en cuenta factores como la implicación en la vida comunitaria: talla alta; pero el civismo, medido en residuos caninos abandonados en la vía pública, da talla baja. Se perciben problemas de circulación heredados. Se prescribe un poquito de SE-40 y una buena dosis de metro. Sigue la auscultación cardiopulmonar (demasiado tráfico en calle estrecha), la exploración de la piel (tatuada de grafitis hasta en parques infantiles llenos de pintadas con la palabra «farlopa»).

Para la exploración neurológica básica se hacen a la paciente varias consultas: volumen de talento literario (elevado: la paciente pone encima de la mesa el ensayo de Pepe Pérez Muelas y las últimas novelas de escritores de Sevilla: Eva Díaz Pérez, Silvia Hidalgo, Sara Mesa, Jesús Carrasco...); volumen de excelencia musical (alto: se anotan cinco conservatorios, peñas flamencas, festivales, la Real Orquesta Sinfónica, grupos de música antigua). Ante la exploración abdominal, la paciente se queja de que hace de tripas corazón constantemente: cuando cierran una librería, cuando una conferencia excepcional no encuentra público. El doctor se encoge de hombros: señora, eso no depende de mí.

Termina la revisión. Doctor, no quiero el informe por correo electrónico, lo prefiero en papel. Fui la tercera ciudad en imprentas y me gusta el olor a tinta. La ciudad repasa el informe, mira al techo y suspira. El doctor, que desde su ventana la ve salir del centro médico, digna, vieja y tan hermosa como dicta su fama, sabe que la salud de Sevilla no la tiene ella en sus manos, está en las de sus mandatarios (locales, autonómicos, nacionales), sus ciudadanos y sus visitantes. El médico, con todo, no puede evitar preguntarse si él mismo pudo contribuir a que ella enfermara. Si cada persona que lee este texto se lo pregunta, igual la señora saca un diagnóstico mejor en la siguiente revisión.

SOBRE EL AUTOR
LOLA PONS

Catedrática de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura

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