TRIBUNA ABIERTA

Plegaria a una diosa sevillana

La belleza de esta pequeña diosa manquita es comparable a su importancia: este es uno de los primeros textos escritos en la Península Ibérica y sitúa a Andalucía en el inicio de la documentación lingüística peninsular

ABC

El texto más preciado de mi biblioteca no está en un libro pero se puede leer. Lo miro pero no entiendo la letra. Sé lo que dice, porque los expertos en fenicio lo descifraron hace tiempo: «Esta ofrenda la ha hecho Blytn, hijo de Dmlk, ... y Bdbl, hijo de Dmlk, hijo de Ysl, para Astarté, nuestra señora, porque ella ha escuchado la voz de su plegaria». El texto está escrito a los pies de una figura sedente: la estatua de una mujer joven desnuda, con peinado egipcio, el pelo esculpido también por la espalda, los senos pequeños, ojos almendrados y grandes, una sonrisa leve, unos 16 cm de alto. Le faltan un brazo y una mano, quién sabe qué gesto torpe o qué arado certero la desgració. La encontraron ya de esa guisa en la cercanía de El Carambolo de Sevilla en los años 60 y es parte de los fondos del Museo Arqueológico de Sevilla. Desde hace unos años, una réplica de esta Astarté fenicia datada en el siglo VIII a.C. es la divinidad titular de mi biblioteca; la veo a diario cuando me siento a trabajar, me está mirando ahora mientras escribo estas líneas.

Los fenicios navegan desde sus puertos norteafricanos orientales hasta el Mediterráneo más occidental en el siglo VIII a.C.; en sus barcos portan las mercancías propias de quienes quieren fundar puntos comerciales, trasegar bienes y enriquecerse, pero llevan también un preciado bien que quizá valoraron poco: la escritura. Los fenicios emplean su idioma en los puertos comerciales que fundan y escriben su lengua en placas (sobre todo, funerarias) producidas in situ o traídas de fuera. En la Península se encuentran unas quinientas inscripciones, son medio millar de hechos de escritura, la de nuestra Astarté es de las más extensas. Ha sido traducida, pero nunca podremos saber qué se agradecía en ese mensaje largo: ¿un embarazo?, ¿la curación de un crío?, ¿la lluvia que salva la cosecha?

Seguramente los fenicios propagaron su idioma instrumentalmente entre quienes comerciaban con ellos; con toda certeza, y esto es lo más emocionante para la historia posterior, inspiran e introducen la práctica de la escritura en las lenguas vernáculas de esta zona del sur peninsular, que se escribieron en general de manera similar a los fenicios, reproduciendo consonantes y no vocales. En la zona que abarca desde el Algarve hasta Cádiz y hacia su interior se documentan inscripciones tartésicas (muy escasas), turdetanas, túrdulas e incluso alguna ibérica. El artículo de Eugenio Luján en el último número de la revista Andalucía en la historia nos da cuenta exacta de cuáles son esas inscripciones y cuánto sabemos e ignoramos aún de las lenguas prerromanas del sur peninsular.

La belleza de esta pequeña diosa manquita es comparable a su importancia: este es uno de los primeros textos escritos en la Península Ibérica y sitúa a Andalucía en el inicio de la documentación lingüística peninsular. Esta Astarté de Camas nos manifiesta el punto de inicio de una historia que se puede contar de muchas formas pero que pocas veces ha sido contada: la de Andalucía como territorio multilingüe, la de Sevilla y el tercio occidental de la Península Ibérica como solar donde nunca se ha hablado una única lengua. La lengua fenicia en que se escribió el mensaje de gratitud que porta mi Astarté era ajena a este territorio del sur peninsular, el fenicio no era una lengua vernácula sino importada, pero fue una de nuestras lenguas, de la misma forma que siento que el chino mandarín en que hablan los matrimonios que regentan bazares en la Sevilla de hoy o el árabe que se oye en tantas colleras de jornaleros de nuestro campo son también lenguas nuestras.

En estos días se ha consumado el vaciado del Museo Arqueológico de Sevilla y en una de esas cajas que han sido trasladas y custodiadas en condiciones técnicas muy estudiadas está guardada nuestra diosa. La necesaria operación de reforma del Arqueológico nos la ha hurtado temporalmente de la vista, vuelve a la oscuridad la deidad que estuvo a la luz de una vitrina durante décadas. No en fenicio, sino en español, yo también tengo una plegaria para esta Astarté guardada: «Tráenos un Museo Arqueológico a la altura de los fondos con que convives, cuida a los sevillanos del olvido de su pasado remoto, protege nuestro patrimonio, no permitas que traicionemos el regalo de la escritura de tus padres fenicios, sálvanos de la piqueta y castiga la desmemoria, Astarté».

SOBRE EL AUTOR
LOLA PONS

Es historiadora de la Lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla

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