TRIBUNA ABIERTA
Delibes no tiene calle en Sevilla
Y pido que la calle se rotule así: 'Calle Miguel Delibes', para que no sepamos si se refiere al escritor Miguel Delibes Setién o a su hijo primogénito Miguel Delibes de Castro, vallisoletano porque allí nació en 1947 pero sevillano desde hace décadas
Sevilla fue el último lugar español donde se quemó a una bruja: ocurrió en el Prado de San Sebastián en agosto de 1781 y ella se llamaba Dolores López. El escritor José María Blanco White (1775-1841) recordaba esa escena de su infancia y describía ( ... se nos sobrecoge el corazón) que vio los barriles de brea y los haces de leña sobre los que iban a disponer a la última hereje quemada. Otro hereje se paseó por Sevilla literariamente siglos antes: el hereje de Delibes, el protagonista de la novela 'El hereje' (1998). En su novela histórica, Delibes dibujaba los escenarios humanos y geográficos de la España de Carlos V a través de la vida de un burgués vallisoletano, Cipriano Salcedo, que se va introduciendo en las corrientes protestantes clandestinas que llegaban a la Península y que termina siendo, a ojos de la Inquisición, un hereje.
La novela de Delibes transcurre en Valladolid y sus pueblos cercanos pero me llaman la atención en ella las referencias a Sevilla: Sevilla es la patria de uno de los personajes más callados y enigmáticos de la obra, Isidoro Tellería, otro hereje, con un nombre que lo ata a San Isidoro del Campo, un núcleo heterodoxo de la España del XVI; y Sevilla es también en 'El hereje' la patria de otro personaje, Segundo Centeno, un sevillano que había hecho fortuna en América (es 'perulero'), cuya hija se casa con el personaje principal de la obra. Delibes retrata a Teodomira Centeno como una recia mujer del páramo castellano que mostraba su crianza sevillana en que llamaba a su marido «chiquillo» en los juegos amorosos.
No era esta la única vez que Delibes guiñaba el ojo a Sevilla en una de sus novelas. En 'Cinco horas con Mario', Carmen, la protagonista, habla de un matrimonio amigo, él granadino, cuya mujer era «andaluza, morena, con el pelo recogido» que cuenta una anécdota muy divertida de la Feria de Sevilla y «que nos llamaba todo el tiempo de ustedes», y ahí vemos cómo Delibes retrata ese uso de ustedes por vosotros para el trato familiar, no solo para el trato de cortesía, tan propio de la Andalucía occidental.
Un autor tan castellano, tan vallisoletano como Delibes, tejió lazos humanos con Sevilla en su propia biografía, viajó en alguna ocasión a nuestra ciudad, impartió conferencias en la capital hispalense y a su muerte su nombre quedó unido al de otro nombre sevillano: Miguel Delibes dejó vacante la silla e minúscula en la Real Academia Española, que desde 2011 es la letra de don Juan Gil, el gran latinista nacido en Madrid que fue desde 1971 catedrático de la Universidad de Sevilla.
Andalucía tiene varios lugares dedicados a Miguel Delibes: lleva su nombre la biblioteca municipal de Montequinto, hay calles dedicadas a Miguel Delibes en Camas, Bollullos de la Mitación, Gines, Castilleja de la Cuesta; fuera de Sevilla, se le recuerda en el nomenclátor de varias localidades. Pero no hay calle Miguel Delibes en Sevilla. Yo propongo que la haya, pido que la haya. Reclamo el honor de una calle para un escritor que ganó el Premio Nadal, el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Cervantes, un autor castellano que supo dar en su gran novela histórica un sitio a la Sevilla de la heterodoxia y el protestantismo. Y pido que la calle se rotule así: 'Calle Miguel Delibes', para que no sepamos si se refiere al escritor Miguel Delibes Setién o a su hijo primogénito Miguel Delibes de Castro, vallisoletano porque allí nació en 1947 pero sevillano desde hace décadas, director durante años de la Estación Biológica de Doñana, pionero del ecologismo en España, la persona que lleva años exponiéndose públicamente para que no se cometan más herejías en Doñana, autor de decenas de publicaciones científicas de referencia y escritor de un libro delicioso que todo sevillano amante de la naturaleza urbana o de las bicis debe leer: 'Cuadernos del carril bici'. Pedaladas de un viejo naturalista en Sevilla, donde Delibes hijo va narrando los animales y plantas que se topa por los parques y la dársena de Sevilla usando su bici como atalaya. Padre e hijo merecen una calle y bien puede ser, en mi opinión, la misma.
Sé que mi petición no es una herejía, sé que este mismo periódico tiene, como mínimo, dos delibesianos rendidos, que somos Ignacio Camacho y yo, los dos hermanados por el honor de haber obtenido el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes siendo, como somos, filólogos. Y sé que los lectores rinden diariamente el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor: leerlo.