tribuna abierta
El abecé de Sevilla
Pasará este fin de semana de disfrutar con los regalos y los críos volverán a la escuela. El lunes por la mañana la vieja calle del abecé asistirá de nuevo al trajín de cualquier lugar de la ciudad: cada uno estará yendo a su centro de estudios
![El abecé de Sevilla](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2023/01/06/pupitre.jpg-R8BQU9Q8J9KWX7BuTFGxkvJ-350x624@abc.jpg)
hoy convoco desde aquí la imagen de los miles de niños sevillanos que nos precedieron. Pero no los quiero imaginar en las plazas en que jugaron al trompo o en las casitas que inventaron para sus muñecos. Los quiero evocar sentados en un pupitre, esforzados, ... inclinados sobre la cartilla. Los imagino aprendiendo a leer en la calle del abecé.
Niños hubo en Sevilla que no aprendieron a leer nunca, ni de críos ni de mayores; otros fueron a la escuela parroquial hasta que en casa los apremiaron a arrimar el hombro: «Escuela y despensa», el lema de Joaquín Costa, era en muchas casas, desgraciadamente, «O escuela o despensa». Hubo escuelas solo de niñas que se llamaban popularmente la miga (a alguna abuela trianera he escuchado recordando la miguilla a la que iba de pequeña). Algún privilegiado tenía la suerte de contar con un preceptor en casa. Hubo escuelas de jesuitas y de escolapios, también escuelas laicas. Y hubo una escuelita, cuyo recuerdo ha sido borrado por la goma del tiempo, de la que solo nos queda una huella documental: la placa de una calle, la calle del abecé.
La actual calle Bailén comunica San Pablo con el Museo, el hotel Colón con los aledaños de Plaza de Armas. Y esa calle Bailén era llamada antiguamente «calle del ABC». Aún pervive en un muro albero el azulejo en mayúsculas del viejo nombre. Tener una calle del ABC es una pista de que allí había un lugar abierto para la escolarización, aunque de esa escuela sevillana (un aula colectiva, bancos corridos, una alacena con algunos pizarrines) no nos hayan quedado indicios documentales.
Igual que se hacía en la escritura impresa y manuscrita, también en las placas de calle se abreviaba, de hecho, lo que dice el azulejo que aún se ve en la calle Bailén es «calle dl ABC», con una vocal de menos. Seguramente, también se abreviaba el propio nombre del abecedario: abecé, que, escrito así, era la forma más frecuente de llamar a lo que hoy denominamos alfabeto. Los griegos nos lo nombraron con sus dos primeras letras, alfa y beta; los latinos sumaron una más a la cadena y hablaron del abecedario; en el uso cotidiano se decía abecé.
Las paradojas de ese libro escrito y reescrito que son las piedras de toda ciudad histórica hicieron que esa calle de cartillas y primeras letras perdiera su nombre en honor a la batalla de Bailén, la lid de 1808 en que los españoles vencieron a los franceses. Pero esta calle es, en el contraste entre su nombre antiguo y moderno y en el diálogo con su entorno, un resumen de la hispánica batalla entre armas y letras. Si en Bailén los españoles vapuleamos a los invasores, la batalla por el patrimonio artístico la terminaron ganando ellos; a pocos metros está el Museo de Bellas Artes, donde faltan tantos bienes hispalenses que fueron robados por las tropas napoleónicas: más de 80 zurbaranes, casi medio centenar de murillos...
Pasará este fin de semana de disfrutar con los regalos y los críos volverán a la escuela. El lunes por la mañana la vieja calle del abecé asistirá de nuevo al trajín de cualquier lugar de la ciudad: párvulos, niños, adolescentes, universitarios... cada uno estará yendo a su centro de estudios, a su oportunidad, hoy tan asumida que hemos dejado de percibirla como un derecho. No todos los niños de ayer pudieron hacer el camino hacia su calle del abecé.
Para honrar el privilegio actual de la alfabetización obligatoria tendríamos que vencer otras batallas: Andalucía es la antepenúltima comunidad autónoma de España en hábito lector; los territorios más lectores son Madrid, País Vasco y Navarra. Y otro dato llamativo y ominoso: los datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía apuntan todavía una cifra de analfabetismo del 2,34 por ciento de la población sevillana mayor de 16 años.
Las ciudades son textos escritos en piedras y fachadas: Sevilla también es un libro. Sus habitantes más chicos, los niños que ayer abrieron sus regalos, recibieron también sin saberlo el libro de Sevilla, donde se encuentra, entre otras, la calle del abecé.
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