No ni ná
La plaza de Sevilla
La propuesta del alcalde ha servido para dar cuenta de cuántos aman con devoción el monumento de Aníbal González
El debate abierto por la propuesta del alcalde de cerrar la Plaza de España para la visita turística está dando más de sí de lo que podríamos presuponer. Primero generó una llamativa respuesta del PSOE que vio en la misma una oportunidad para ensanchar el ... falso mantra de su «privatización», en la que curiosamente no ha habido cargo público socialista que no haya opinado. Es tan desmesurada la reacción que al muy sanchista Gómez de Celis, vicepresidente del Congreso, le ha dado por elevar una pregunta a la Cámara para recordarnos que durante los últimos años no se le ocurrió hacer lo mismo sobre alguna de las muchísimas urgencias que tiene la ciudad. Otro que se ha retratado en la respuesta es el portavoz municipal socialista Antonio Muñoz que en una infantil estrategia de imitar lo que calificó de 'ocurrencia' ha pedido que se abran al público los jardines del Palacio de San Telmo. Su oportunismo le ha llevado al ridículo porque no ha mucho que él mismo lo rechazó en el Pleno municipal. No creo que Celis defienda la misma tesis de apertura para los jardines de La Moncloa.
La propuesta del alcalde ha servido para dar cuenta de cuántos aman con devoción el monumento de Aníbal González. Se les echó en falta cuando lo destrozaban los del botellón hasta perder un 70 por ciento de su cerámica original en uno de los más tristes ataques al patrimonio perpetrados con la complicidad de la indolencia de la ciudad. Esa corriente que, por lo visto en redes, daría para forma una nutrida asociación de amigos sobrevenidos de la Plaza pública de España, no ha dicho nada sobre la oportunidad de que el monumento, hoy usado como dependencias de la Administración del Estado en virtud de una orden de 1936 del general Queipo de Llano, revierta a la ciudad pues fue en su origen completamente de la ciudad.
Celis ha dicho que la plaza «es de España» como un propietario defiende la titularidad de su finca. Allí, además de la sede de Capitanía –la única con visita turística programada– están la Delegación y Subdelegación del Gobierno, entre otras sedes administrativas estatales. No le intuyo esa disposición a Celis en Barcelona. Pero la plaza en su conjunto monumental era de Sevilla y la propuesta del alcalde ha abierto un melón en el que pocos habían puesto el cuchillo.
Si ese monumento acogiera un gran museo de la ciudad con las torres como mirador sería una fuente de ingresos importante capaz de asegurar el mantenimiento del conjunto y la apertura al público de la plaza, hoy zoco descontrolado, con la seguridad que requiere.
A veces, las ocurrencias prologan grandes obras. La propuesta, como aquella del traslado del Bellas Artes a la sede del Rectorado, en la que coinciden Celis y Sanz, no llegará a nada, pero nos recuerda que a Sevilla le falta una estrategia para ordenar en su beneficio grandes espacios.
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