NO NI NÁ
¿Por qué?
Ahora los malos nos meten las narcolanchas hasta el último cauce de nuestras vergüenzas
HA caído un año sobre el calendario enlutado de Barbate. Un año desde que la lancha de los narcos pasó a caballos desbocados sobre la vulnerable zodiac en la que los guardias civiles Miguel Ángel González y David Pérez intentaban restablecer el orden y la ... ley en el puerto de la impunidad. Ha pasado un año de ausencia para sus familias sin un día de sosiego.
Mientras la justicia pone en su sitio a los presuntos autores, tras un traspiés de identidades, la gente se pregunta por qué se echó atrás al equipo cuando iba ganando la partida a los malos. Nadie responde. Pero no se nos quitará de la cabeza que cuando el dispositivo más ambicioso en la persecución del narcotráfico ganaba la guerra del Estrecho, alguien ordenó parar. Desmantelaron el OCON-Sur tras acusar a responsables del mismo de estar del otro lado. Un juez investiga ahora si aquellas acusaciones fueron un montaje policial para desprestigiar al operativo y desmantelarlo.
Ahora los malos nos meten las narcolanchas hasta el último cauce de nuestras vergüenzas. Aquel dispositivo, que marcaba su hoja de ruta sobre el seguimiento del capital de los narcos, se desmontó nadie sabe claramente por qué. Seguir la línea del dinero surtía efecto, porque es donde más les duele a los malos. El dinero y la carne siempre están detrás de todas las incógnitas. Hay sospechas de que la capilaridad del negocio de la droga tiene caminos inescrutables capaces de cambiar cualquier mapa moral. Por eso esta lucha es tan desigual. Los malos no sólo tienen dinero para comprar lanchas más rápidas, radares de alto alcance, submarinos de usar y tirar... También compran voluntades. Corrompen a los que un día fueron buenos, policías y guardias que claudicaron por un sobresueldo; fiscales o jueces de paso a los que les caló la amenaza... El dinero de la droga corrompe a la sociedad y cosecha almas en la tierra con más paro juvenil, ofreciendo como medio de vida el negocio de la muerte .
No podemos olvidar el sacrificio de los buenos en esa lucha. Cuánto empeño, cuánto riesgo asumido, para que alguien después decida parar sin más. Hoy, mientras las flores sobre el mar del recuerdo recorren el itinerario hacia la eternidad de los mejores, debemos proponernos no olvidar y difundir la pregunta que se hacían Miguel Ángel y David y se hacen sus compañeros: ¿Por qué?
Podrán archivar las denuncias por la insensatez de mandar a hombres sin medios a esta desigual lucha; podrán reiterar que nada ha cambiado, que hay medios y voluntad política suficiente. Pero si nadie responde a la pregunta con claridad, los dos guardias caídos seguirán pesando en la conciencia de este país, el de mayor consumo de estupefacientes de Europa, por su complicidad y permisividad ante un mal que le está corroyendo las entrañas.