Sevilla Al Día
Abajo el telón
Ha sido una obra teatral de seis actos en un escenario itinerante que nos llevó de viaje por los arcones que custodian las fuentes de la religiosidad popular
LA resaca se antoja larga. No se vislumbra en el calendario el momento en el que uno dejará de sentir los estragos de la embriaguez de tantas horas en vilo empapándose de cada instante que dejaba el reloj que marca el pálpito de la ciudad ... y da la hora en San Lorenzo. El 8 de diciembre de 2024 ya es una página de oro para Sevilla. Atrás quedaron los agoreros, los críticos que después querían la primera silla en el Paseo de Colón, los que emigraron y se arrepintieron. Perdónalos, Señor. Sevilla iba a estar a la altura y así sucedió.
Ha sido una obra teatral contada en seis actos en un escenario itinerante que nos llevó de viaje por los viejos arcones que custodian las fuentes de la religiosidad popular. Del jardín de la basílica, donde nació un rosal pontificio, a la Catedral, donde postraron sus plantas los relicarios medievales que veneran en Lora, Dos Hermanas y Utrera, bajo la mirada de aquella por quienes reinan los reyes. De la Expiración a la Pureza de Triana. De la majestuosidad de una túnica sobre los hombros en los que descansan los ruegos de la ciudad a la humildad de la palabra pronunciada en silencio en la grandiosidad de un trascoro por una discípula de Santa Ángela. Todo se consumó en un abrir y cerrar de ojos, pero con la intensidad con la que Sevilla vive sus cosas, que no nacen por arte de birlibirloque, sino que tienen unos ideólogos.
Gracias al arzobispo de Sevilla por pensar en grande. Al Consejo por seguirle en esta locura. Al Ayuntamiento por mimar el teatro hispalense. A los policías que conocen los riesgos y los minimizan. A los medios que contaron cada estampa que jamás vieron los ojos de nadie. A las hermandades por poner toda su riqueza en la vía paralela al Betis que cruza la ciudad.
En la retina quedan herrados lienzos que ni los grandes artistas que dio esta tierra. Quién podría trazar la sencillez de una monja con la mirada hundida en el pecho para no soportar el aplauso sincero de un auditorio emocionado por escuchar el principal mandamiento del Señor hecho obra. Quién osaría a pintar el silencio del Señor que atravesaba el frío de una madrugada invernal. Quién sería capaz de componer el pentágrama del Cachorro. Quién se atrevería a conjugar el verbo querer a las formas de Triana. Quién versaría sobre la autenticidad de los amantes de Setefilla o el señorío de Valme desde Cuarto. Qué navegante surcaría en el barco de Consolación. Quién perfumó la fragancia del 15 de agosto en el cielo inmaculista de la Torre del Oro. Y quién, en Sevilla, le aguanta la mirada sin lagrimear.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete