SEVILLA AL DÍA
El pulmón de Tablada
Como el alcalde propone un nuevo barrio en la antigua dehesa, conviene empezar a pensar nombres para su futuro nomenclátor
José Luis Sanz reconoció ayer en una entrevista con Europa Press que le gustaría convertir la dehesa de Tablada en «un gran pulmón verde compatible con uso residencial, equipamiento, comercial y terciario». Es decir, hacer de este páramo del que varias generaciones no han conocido ... uso alguno en un nuevo barrio de la capital. Unos naranjos y una piara de cabras representan los últimos signos de vida de la zona. Ah, y unos caballos descarriados que hace unos días saltaron a la SE-30. Soy de los pocos sevillanos que siguen paseando por este inhóspito lugar. Dos circunstancias me llevan a Tablada: la atracción del espíritu belmontista, al que uno espera divisar sobre su pastizal, y la posibilidad de correr en plena naturaleza dentro de la ciudad. Desde la Vega de Triana giro en el mismo sentido de la marea, porque de lo contrario tendría que atravesar el Charco de la Pava, hoy convertido en punto de encuentro de quienes llevan su pasión sexual hacia el extremo más enfermizo. Todo tiene su momento, y su lugar. Antes de meterle mano a Tablada deberían meterles mano a quienes allí se meten mano. No olvidemos que sus libertades terminan donde empiezan las nuestras. Normal que por allí haya mujeres que no se atrevan a pasar…
Pero volvamos a Tablada, un siglo atrás. El Pasmo de Triana le narró a Chaves Nogales, aquel maestro del «andar y contar» que jamás pisó una plaza de toros, cómo fue la ciudad del primer cuarto del siglo XX. Desde el niño atónito que con su babadero sobre el cuello y una onza de chocolate en su mano descubrió el abigarrado aspecto de la calle Feria, hasta el anárquico torerillo que sentía «poco digno» aquello de ir suplicando pases por los tentaderos y optó por lanzarse con los zagales del Altozano «a torearle los toros al ganadero sin su venia, contra los guardas jurados, contra la Guardia Civil y contra el mismísimo Estado».
Aquellos rebeldes trianeros cruzaban cada luna llena el río, antes de que hicieran la corta de Tablada. La de brazadas y barcas prestadas que se hubieran ahorrado de haber cambiado antes el cauce fluvial. Ese otro lado del Guadalquivir que Sanz quiere ahora urbanizar fue punto de esparcimiento de ganado bravo. Todo lo que venía de la Marisma descansaba allí, bien para ser lidiado en la Maestranza bien para ser apuntillado en el matadero. «Andábamos ligeros y ágiles entre los cardos y jarales de la dehesa hasta que conseguíamos apartar una res, y allí mismo, en un calvero cualquiera, la desafiábamos con el pecho desnudo y el breve engaño en las manos» (Juan Belmonte, matador de toros). Como de tantos otros proyectos milenarios en esta ciudad, dudo que algún día pueda conocer ese pulmón verde de Tablada. Si pasados los años eso ocurre, convendría homenajear a quienes dieron fama internacional a este desierto ribereño: Parque Municipal Torerillos de Triana.
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