EPISODIOS LOCALES
El día más triste de la Feria
Hace justo sesenta años, la Feria salió ardiendo el primer día: un devastador incendio acabó con la vida de un anciano, dejó una veintena de heridos y arrasó 67 casetas en hora y media
![El día más triste de la Feria](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/04/17/incendio-feria-64.jpg)
Del día más triste de la Feria de Abril se van a cumplir exactamente sesenta años: el martes 21 de abril de 1964, un incendio fortuito se cobró la vida de un zapatero remendón que hacía de vigilante en una de las 67 casetas que ... salieron ardiendo alrededor de la una de la tarde de aquella jornada aciaga. Otras veinticinco personas resultaron heridas de diversa consideración. Y lo milagroso es que no fueran más.
Gracias a la película 'Los duendes de Andalucía', un bodrio del nacionalpintoresquismo que firmó Ana Mariscal, tenemos imágenes en color de aquella tragedia de pura casualidad: policías armadas de gris corriendo de acá para allá, transeúntes trajeados trajinando con las mangas de riego, espontáneos tratando de arramblar las estructuras retirando toldos y maderas, un camión de bomberos haciendo lo que puede, un guardia de tráfico de casco blanco dirigiendo el tránsito de las sillas de anea y madera revoleadas para no alimentar más las llamas… y un gran caos con unas lenguas de fuego de varios metros de alto y un humo negro que da miedo aun visto desde la distancia de las seis décadas transcurridas.
La única víctima mortal de aquel desgraciado día fue José García Suárez, de 87 años de edad, que ejercía de vigilante en la caseta 'La Cibeles' en que trabajaba su hijo, unos sesenta metros del foco inicial del incendio, pero las pavesas lo propagaron sin contemplación prendiendo en las lonas y los toldos. El infortunado se vio sorprendido por el fuego en un instante y, a pesar de que lo rescataron con vida, entre ellos su propio vástago, murió en la residencia García Morato (hoy, el hospital universitario Virgen del Rocío) a donde lo trasladaron. El fuego dejó tras de sí, sin embargo, una ristra de heridos de diversa consideración, tres de ellos graves, que sumaban veinticinco personas atendidas en el caos.
Pero las crónicas de aquel terrible suceso mortal que hoy inundarían los noticiarios de televisión y las redes sociales con toda clase de imágenes espeluznantes se saldó en las crónicas periodísticas con el consabido recurso de que las autoridades hicieron acto de presencia nada más conocerse la noticia con Utrera Molina como gobernador civil al frente. Entre líneas, se desliza que alguna toma de agua «funciona débilmente» o que los bomberos emplearon hora y media en dominar el incendio.
El mensaje oficial buscaba transmitir optimismo ante la adversidad: «Las autoridades inyectaron un enérgico estimulante: por una parte, con unos llamamientos hechos a través de las emisoras de radio, y, por otra, con sus ofertas de materiales, e incluso de personal, para reconstruir sobre la marcha lo que el incendio había destruido».
Y la Feria siguió su curso. Como si nada hubiera pasado. Menudeaba la guasa, a tenor de los comentarios que reproducía la crónica del periódico. En páginas de huecograbado, «¡Fuego, fuego!» y tres impares más allá, «Aquí no ha pasado nada». El entierro de la única víctima mortal constituyó la única concesión a los sentimientos de pesar esa semana. El resto, bromas y chanzas con carteles 'ad hoc'. Y siguió la fiesta, pero fue la más triste.
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