El único sentido del puente

Uno se plantea para qué existen realmente las juntas municipales de distrito, donde se ha aprobado el estudio de esta propuesta que no va a llegar a ningún sitio porque el gobierno local va a romper en pedazos el documento nada más llegue a la Plaza Nueva. Los vecinos -todos lo somos- deben poder expresarse también sobre cómo le afectan los grandes proyectos e incluso promover iniciativas para mejorar la movilidad o el urbanismo. Pero en Sevilla a veces ese derecho al pataleo se confunde con la búsqueda de una suerte de privilegio a la hora de elegir qué es lo que debe desarrollarse en su entorno, aunque esas iniciativas sean de interés general.

Me explico. El puente de Triana es el símbolo del barrio, no cabe duda. Pero no pertenece ni a él ni a sus vecinos, sino a toda la ciudad. Igual que el Distrito Portuario no es de los residentes del Puerto o el campo del Betis de los de Heliópolis por más miedo que le entre al gobierno con sus quejas. Es como si a los vecinos de Santa Justa le preguntan cómo tiene que ser el futuro intercambiador de transporte público de la estación o a los de la calle Mateos Gago cómo debe ser la restauración de la Giralda porque viven al lado.

Hace unos años, el Ayuntamiento salió en defensa del paseo marítimo de la calle Baños «porque era el pavimento que habían escogido los vecinos». Y uno se pregunta quiénes son los vecinos para elegir el material para reurbanizar una calle histórica de Sevilla. Imagínense si para elegir el formato de la Feria se le pregunta sólo a los que viven en Los Remedios. Un disparate.

En las juntas de distrito se pierde mucho tiempo en debatir sobre los temas que se deben plantear en los Plenos municipales. Para eso están los concejales. Quienes forman las asociaciones de vecinos y los vocales de los grupos políticos que los representan deben entender que su papel está en exigir mejoras para el barrio como la colocación de los contenedores de basura y más papeleras, las colas para empadronarse o el horario del taller de Taichí. A grandes rasgos, es como cuando el Pleno del Ayuntamiento debate una moción para exigir que se detenga la guerra de Gaza o de Ucrania.